Hacía ya
casi un mes que no excavábamos en la cueva y, como quedaba
alguna cosa por rematar, hemos buscado un hueco para acercarnos esta mañana. Así, a lo loco, un viernes... Dentro de 12 días termina el plazo del permiso y hay que apurarlo hasta el final. Sabemos que algunos de nuestros colaboradores se han quedado con ganas de «un poquito más», pero ya sea porque tenían que trabajar, o porque están un poquito lejos para acercarse sólo un rato a la cueva, se van a tener que conformar con leer esto. Ha sido una despedida íntima... José Ángel, Helena y yo, con Gonzalo como testigo de lo mucho que cuesta hacerse a la idea de que nuestros paletines no volverán a hollar Riocueva en una temporada. No nos atrevemos a decir «nunca más», pero, por desgracia, cada vez tenemos menos tiempo para dedicarle al
más sucio y subterráneo de los vicios que nos adornan.
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Helena y Gonzalo concentrados en el Sondeo 8 |
Habíamos interrumpido la excavación del
Sondeo 8 sin llegar a tocar fondo y sabíamos que hacerlo nos supondría una inversión de tiempo mucho mayor de la que teníamos prevista dedicar al trabajo de campo. De todos modos, hemos seguido profundizando hasta donde se comenzaba a poner difícil la cosa, en torno a la cota -160. En una esquina aparecían muchas piedras y en el centro del cuadro un gran bloque, con lo que cada vez era menor el espacio para excavar cómodamente. Para poder seguir, hubiésemos tenido que ampliar el sondeo hacia el oeste y no estábamos por la labor.
Sin tiempo y con los recursos justos, lo más aconsejable era abandonar. Nos concentraremos en sacar adelante trabajo «de laboratorio», en recuperar las tareas atrasadas que dejó la extenuante campaña de 2013 y en ir ordenando los datos que ha generado la excavación de casi 30 m
2, que en una cueva y con un protocolo de excavación más próximo al que utiliza la Arqueología Prehistórica, que al que alguien puede imaginar para un yacimiento de época visigoda, es un mundo. Además, en los últimos 15 ó 20 centímetros de sedimento los hallazgos empezaban a escasear y un repertorio más o menos variado –y heterogéneo, todo hay que decirlo– ha dejado paso a unas pocas esquirlas de huesos de animales muy poco interesantes. De modo que hemos decidido parar, documentar los perfiles y dar por terminada la excavación.
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Las últimas bolsas de tierra esperando su salida al exterior |
Mientras Helena, Gonzalo y el responsable de escribir esta crónica –osea, yo– nos afanábamos en dejar presentable el sondeo, el director se concentraba en
cribar, cribar y cribar. Yo no sé la cantidad de bolsas que han podido pasar por sus manos en esta campaña, pero más de 100, seguro. Y la mayor parte del tiempo, ha cribado sin compañía, lo que nos ha llevado a pensar que realmente disfruta de ese anómalo «placer solitario». Como
excavamos muy bien –él lo dice siempre, no me lo invento yo–, es una tarea aburrida, pero alguien tiene que hacerla. Han quedado poco más de una docena de bolsas en el vestíbulo. Habrá que encontrar un hueco para ir a terminar... otra excusa más para volver a la cueva.
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Puede que sea una tarea adictiva... |
Tras
tres campañas de excavación increíblemente productivas en las que hemos hecho interesantes descubrimientos, hemos conocido a gente estupenda, nos hemos reído, hemos sufrido acarreando bolsas, hemos descubierto formas inauditas de interpretar piezas musicales, nos hemos revolcado en el barro, hemos degustado deliciosos manjares, hemos descubierto un anillo de oro e incluso hemos salido en la tele, toca descansar.
Disfrutamos mucho con lo que hacemos, sin duda, pero hay más cosas en la vida que la Arqueología y muchas, cada vez más, reclaman nuestra atención.
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Una imagen posiblemente irrepetible |
Aunque sabemos que no es la última entrada que dedicaremos a «Riocueva 2014», porque nos llevamos mucho trabajo a casa sobre el que seguiremos hablando aquí, la jornada de hoy ha tenido
sabor de despedida.Agridulce, como la mayoría.
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