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9 mar 2021

Saquito exposed

Aunque ya hace algún tiempo, con motivo de la publicación del estudio del tejido, le dedicamos una entrada a nuestro querido «saquito» de Riocueva, este singular hallazgo vuelve a estar de rabiosa actualidad. El motivo es que, coincidiendo con mi intervención espacio radiofónico de RNE-Radio 5 MVPAC, Prehistoria y Arqueología para hablar del «saquito», el museo le ha dedicado una vitrina temporal en la exposición. 


La vitrina con el «saquito» de Riocueva en el MUPAC

La verdad es que no puede tener mejor ubicación. Justo enfrente de mi vitrina favorita del museo, la que despide al visitante y lo deja boquiabierto: la que exhibe el broche de hueso de Santa María de Hito. Para poder ver mejor los detalles del tejido y las semillas se ha colocado una lupa. Además, la vitrina cuenta con una cartela en la que se ofrece algo de información sobre los restos, con fotos ampliadas para no perder ni un detalle.  


La vitrina con el «saquito» escoltado por su lupa y su cartela

Un detalle del «saquito» aumentado

Es una oportunidad única para ver un objeto que normalmente está en el almacén, lejos de la vista del público. A su fragilidad se une el hecho de que no es precisamente atractivo para los no iniciados. Al fin y al cabo, es más relevante por lo que implica desde el punto de vista de la investigación, que por lo que muestra como pieza de museo. Algunas veces, objetos aparentemente insignificantes y que a priori es difícil de imaginar que encuentren acomodo en una exposición ideada para el público general, son especialmente trascendentes en el proceso de investigación y, por extensión, en nuestra capacidad para reconstruir el pasado, que es la labor a la que nos dedicamos los arqueólogos. Este es, sin duda, uno de ellos. 

El programa de radio se emitió el pasado sábado 13 de marzo en y los que no tuvieron oportunidad de escucharlo en directo o lo quieren escuchar de nuevo aquí lo tienen.



Espero que esta breve presentación haya dejado con ganas de visitar el MUPAC y ver de cerca estos restos tan poco comunes de tela y semillas de época visigoda. Cuando la situación se normalice y volvamos a tener unas vidas medianamente normales, el «saquito» será protagonista de una Pieza del Mes como merece. Con el calor del público, un poco de debate y una cervecita para cerrar el día. Como siempre.

15 dic 2020

Vídeos, vídeos (de conferencias) everywhere

Como ya anunciamos en su momento, Enrique y yo participamos hace unos meses en un ciclo de conferencias sobre la alta Edad Media cántabra organizado por ADIC y patrocinado por el Gobierno de Cantabria a través de la Fundación Camino Lebaniego. Ahora los vídeos de aquellas charlas ya están colgados en la red, así que quien se quedó con las ganas entonces tiene la oportunidad de ver, desde su casa, un repaso en dos partes a la arqueología de Cantabria entre los siglos VI y XI. De nuevo, por riguroso orden cronológico:




Y no hay mucho más que contar, porque todo lo contable sobre estos asuntos (y alguna cosa más) está en los vídeos. Espero que os gusten.

13 oct 2020

Vamos a conferenciar

Este jueves , 15 de octubre, comienza este ciclo (organizado por ADIC, con el patrocinio del Gobierno de Cantabria y la colaboración de la Biblioteca Central de Cantabria) en el que participamos Enrique y yo con sendas conferencias

Os dejo los títulos y resúmenes de ambas charlas (primero la mía y luego la de Enrique, por orden doblemente cronológico, porque yo hablo de cosas más antiguas y también lo hago antes), que van de arqueología tardoantigua y altomedieval (como no podía ser de otra manera):

ENTRE LA ANTIGÜEDAD Y LA EDAD MEDIA: ARQUEOLOGÍA DE CANTABRIA EN ÉPOCA VISIGODA (SIGLOS VI-VIII)

Frente a la imagen, extendida durante décadas, de una Cantabria de los siglos VI-VIII completamente al margen del mundo visigodo, aislada, pagana y culturalmente más cercana a la Edad del Hierro que a la Tardoantigüedad, la arqueología nos está ofreciendo, en los últimos años, una visión completamente distinta. En esta conferencia se revisarán esas aportaciones, en un recorrido que va de los (aún escasos) lugares de habitación conocidos a las necrópolis, pasando por iglesias y cuevas con uso sepulcral y prestando una especial atención a la cultura material y a sus implicaciones desde el punto de vista de las conexiones con otras zonas de la Península, de Europa y del mundo mediterráneo.

TUMBAS, JARRAS Y CASTILLOS. UNA APROXIMACIÓN A LA ARQUEOLOGÍA ALTOMEDIEVAL DE CANTABRIA 

La documentación arqueológica aporta un punto de vista diferente pero complementario al de otras fuentes más tradicionales en el estudio del medievo. Los restos conservados en Cantabria que se pueden datar en la Alta Edad Media (siglos VIII-XII) corresponden, fundamentalmente, a tres grandes categorías: contextos funerarios (necrópolis, tumbas, estelas…); recipientes cerámicos; y pequeños castillos. Proponemos un recorrido por los hitos más reseñables de estos conjuntos de cultura material como una forma de acercarse a la sociedad del momento y conocer mejor diversos aspectos relativos a sus formas de explotación económica, su articulación territorial o sus creencias.

A ver qué tal sale.

25 mar 2020

El reino imposible

En octubre del año pasado (2019 o, mejor, 1 a. C., antes del Confinamiento) Ediciones B puso a la venta la tercera novela de Yeyo Balbás, "El reino imposible". En esta ocasión, el autor de "Pax Romana" y "Pan y circo" abandona la Roma de Augusto (y la Cantabria que se le enfrentó) y aterriza (y de qué forma) a finales de la época visigoda, en los primeros años de la que, nunca me cansaré de repetirlo, me parece la centuria más fascinante de la Edad Media hispana (o del final de la Tardoantigüedad, si se prefiere): el siglo VIII.

Como ocurriera en su primer libro, Cantabria vuelve a estar muy presente en la obra (significativamente, al principio y al final), ya que su protagonista es Fruela, hijo de Pedro, el Dux visigodo (que no duque, tal y como lo entendemos hoy en día) de esa provincia (probablemente mucho mayor que la Cantabria de época romana y, por supuestísimo, que la actual comunidad autónoma) y hermano del que será tercer rey de Asturia(s) (o de Cangas, según gustos), Alfonso.


Como ya existen unas cuantas reseñas por ahí, no voy a entretenerme demasiado con la trama (y así no hago spoilers), más allá de contar que en sus páginas asistimos (en primera fila e incluso, en ocasiones, entre bastidores) a la descomposición del reino de Toledo por causa de las luchas dinásticas y a su completa destrucción a manos de los invasores árabo-bereberes. Hasta ahí, nada que se salga de lo esperable en una novela histórica ambientada en esos años. Sin embargo, hay un par de cosas ("valores añadidos" de esos que les gustan tanto a los titulados en empresas y económicas que dirigen el mundo en estos tiempos que nos ha tocado vivir) que, en mi opinión, le dan a esta obra un importante plus. En primer lugar, su credibilidad: está tan sumamente bien ambientada y documentada que cualquiera que conozca un poco el siglo VIII peninsular no encontrará motivos para quejarse en ese aspecto (y tener que hacerlo es algo que, al menos a mí, me quema mucho como lector). Y en segundo, su personaje principal, una especie de primo cabroncete de Uhtred de Bebbamburg, capaz de ser un auténtico hijo de puta cuando la ocasión lo requiere (como, por otra parte, haría cualquier noble de la época, para qué engañarnos) pero con el que se empatiza rápido (o al menos yo lo hice las dos veces que leí la novela, la primera por "obligación" y la segunda ya por devoción pura y dura). Y por cuyas manos (y nunca mejor dicho) pasará el destino de Hispania. Intrigas, batallas, muchos personajes de todo pelaje y condición y mucha mucha información (militar, política, cultural, religiosa, material...) sobre la época intercalada en el texto completan un conjunto que me parece muy recomendable y que, por eso mismo, recomiendo, valga la redundancia. Y para haceros una idea y comprobar que no miento podéis leer un fragmento aquí.

Y que conste que no lo hago porque su autor me haya regalado una dedicatoria tan "espectachular" como ésta que podéis ver aquí abajo, con guiño (que también lo hay en el relato) a los muertos de las cuevas. Nada de eso, aunque mola todo.


Lamentablemente, estos aciagos momentos que nos han tocado vivir hacen que sea imposible conseguir un ejemplar físico, así que si lo queréis tendréis que pedirlo (lo venden en todas las librerías con página en la red). Yo no soy muy amigo de hacer trabajar a los repartidores en estas circunstancias más allá de lo estrictamente necesario, así que os recomendaría que lo pillarais en formato digital (que no es lo mismo, lo sé, pero así están pinados los bolos ahora mismo) o esperaseis a comprarlo cuando todo esto pase y se pueda volver a las librerías. Pero eso ya es cosa de cada cual.

5 ene 2020

El oro de La Hermida

Como es época de regalos, qué mejor manera de celebrarlo que con uno. Y si es de los que tienen ese brillo dorado que tanto nos fascina a los humanos desde que alguno de nuestros más remotos antepasados vio una pepita de oro semienterrada en la arena de un río, mejor. La pena es que, en este caso, ese brillo se apagó hace ya muchos años y no parece que vaya a volver a iluminarnos. Aunque, quién sabe. También es época de milagros... En fin, vayamos al lío.


El tesorillo -o tesoro o como queramos llamarlo- de La Hermida es uno de los clásicos de la arqueología tardoantigua/altomedieval en Cantabria. Se trató del hallazgo casual, por parte de unos obreros que trabajaban en la carretera que va de La Hermida a Potes, de un conjunto de monedas de oro y dos broches de cinturón de época visigoda. Las primeras (alrededor de quince) eran tremises visigodos del siglo VI, acuñados a nombre del emperador bizantino Justino II (a cuyas monedas oficiales imitaban) y del rey godo Leovigildo (el reconquistador de Cantabria para Toledo, como todo el mundo que lea este blog debería conocer a estas alturas). De los segundos nada se sabe, más allá de que eran de bronce. Y no se sabe porque tanto los unos como las otras llevan ya, para nuestra desgracia, muchas décadas desaparecidos. Aun así y dentro de lo malo, los numismáticos tuvieron más suerte que los interesados por la toréutica hispanovisigoda, ya que mientras todo el mundo pasó olímpicamente de las "hebillas", algunas de las monedas fueron estudiadas y publicadas e incluso se conservan sendos moldes en yeso de dos de ellas, que fueron presentadas a miembros de la Real Academia de la Historia por E. Jusué, el primer investigador que las documentó.


Moldes en yeso de dos de las monedas (imagen sacada de aquí)

Además, una de las monedas, donada por el ingeniero Guillermo de Garnica, llegó a depositarse en una institución: el Museo de Santander, germen de lo que, andando el tiempo, sería el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria. Lamentablemente y pese a ello, siguió el mismo camino que sus compañeras, ya que está en paradero desconocido desde no se sabe cuándo. O al menos no lo sé yo, que ni en el MUPAC ni en el MAS (los "hijos" de aquella primera institución museística cántabra) la he visto ni he encontrado a nadie que pueda darme razón de ella (aunque consta que, cuando F. Mateu y Llopis escribió sus "Hallazgos monetarios III", en 1944, seguía allí, así que no puede echársele la culpa en este caso a la muy socorrida, para estos menesteres, Guerra Civil). Así que si alguien sabe algo y es tan amable...




Recreación de dos de las monedas de La Hermida con otras del mismo tipo (en Apocalipsis. El ciclo histórico de Beato de Liébana)

Hace años, cuando hice mi TFM sobre el uso de las cuevas en época visigoda en Cantabria, propuse una nueva interpretación para el hallazgo. Guiado por lo que contaba Maza Solano (la aparición, según él, habría tenido lugar en las obras de una cantera) y por algún testimonio (ahora sé que nada fiable) oído por estas orejas a principios de los dosmiles y que aseguraba que el origen del tesorillo estaba en una cueva, planteé la posibilidad de que las monedas hubieran sido halladas al destruir la cantera alguna covacha en la que habrían sido ocultadas. Como da la casualidad de que, en el sitio señalado, hay una cantera abandonada y en su frente, colgadas, se abren varias bocas de pequeñas cavidades, la cosa parecía cuadrar. Pero no. Como sucede en  algunas ocasiones, aunque estaba bien contado no era cierto. Qué le vamos a hacer.

Vista (cortesía de Google Earth) del aspecto de la cantera, con las covachas que asoman en el corte

Y es por eso que hoy toca envainársela públicamente y, de paso, traer aquí un interesante testimonio periodístico de la época poco -o más bien nada- conocido. Se trata del relato que hizo del hallazgo el diario El Cantábrico (fuente casi inagotable de recursos para tantas cosas...) del día 12 de noviembre de 1910, con todos los pelos y señales que su autor, cuya identidad desconozco, pudo reunir y que no fueron pocos. En él, que transcribo de forma literal inmediatamente debajo de su imagen, queda bastante claro cuáles fueron las circunstancias del hallazgo, cuál la suerte de las monedas y cuál la desidia de las autoridades para con ellas. Bueno, eso último sólo se intuye, porque ocurrió -o, mejor, no ocurrió- después. 




"UN HALLAZGO INTERESANTE

Hace tiempo que tuvimos noticia, confirmada ayer por testimonios que no nos dejan lugar a la menor duda, de un interesantísimo hallazgo histórico en esta provincia, hallazgo al que no se ha dado la publicidad merecida y al que no ha considerado todavía como corresponde a su gran valor científico.

Con motivo de los argayos o corrimientos de tierras ocurridos en gran número sobre las carreteras de la región lebaniega en el pasado año, y hallándose varios obreros ocupados en librar de uno de esos desprendimientos del terreno un trozo de carretera en la que va a la villa de Potes desde el balneario de la Hermida, a poca distancia de este punto, advirtió alguno de los trabajadores, con no poca sorpresa, una monedita de oro entre la tierra que había cogido en la pala para tirarla al río.

Recogida y examinada la moneda, que era muy antigua, pero clara y manifiestamente de oro, buscaron ya los obreros con más cuidado entre el montón de tierra y pedruscos que espalaban para limpiar la carretera, y su sorpresa fue en aumento al hallar nuevas monedas, casi todas idénticas a la primera, y todas de oro, y algunas otras cosas, entre las cuales llamó su atención un broche o especie de hebilla, de bronce, muy fuerte, también de extraña y antigua forma y factura. La noticia llegó a oídos de personas instruidas, que recogieron y examinaron varias de las monedas halladas, las cuales eran del tiempo de Leovigildo, con el busto de aquel rey visigodo, muy bien conservadas, pero con una acuñación defectuosa, como corresponde al estado de las artes en la lejana época a que pertenecen.

Según  nos han informado, alguna de esas monedas ha sido remitida a Madrid, a algún Centro científico, con la noticia del curioso y extraño hallazgo; pero en Madrid, a lo que parece, han dudado de la veracidad del caso y de la autenticidad de las monedas, por haber sido muchos los que se han dedicado a dar timos, comerciales y científicos, con estas cosas viejas que pueden tener valor histórico y valor material en el mercado de antigüedades. Naturalmente, desconociendo la verdad absoluta del hallazgo, han desconfiado de la verdad de lo que se les enviaba. Sin embargo, es lástima que no se haya tomado la molestia algún Centro científico de practicar una información, para la cual todavía se está muy a tiempo, y el caso nos parece que merece la pena.

No es difícil ir a la Hermida y llegar pronto al lugar del hallazgo. En los pueblos inmediatos, en cualquiera de las tabernas que frecuentan los trabajadores, se hallarán noticias exactas de lo que queda referido y se podrá adquirir todavía alguna de esas curiosas moneditas de oro, que hasta hace poco se han vendido por los trabajadores en precios varios, que oscilaron entre cuatro y siete pesetas. Nosotros conocemos varias personas que las han adquirido así.

Además, como no se ha advertido la presencia de las monedas hasta después de estar trabajando bastante tiempo en el desescombro o limpieza del argayo caído sobre la carretera, y como se arrojaron al río grandes cantidades de tierra, es de creer que en el fondo del río, por aquel punto, pueda hallarse alguna pieza más, así como también entre la tierra del corrimiento que no llegó a caer a la carretera, pues los trabajadores dicen que hallaron unas en la superficie del desprendimiento y otras muy debajo, lo que hace suponer que las monedas y los broches, con algo más que hubiera, procedía de lo alto del monte, donde se inició el desprendimiento. ¿Tanto costaría intentar un reconocimiento concienzudo y escrupuloso de aquel terreno? Siendo todo esto cierto, como es, pues puede probarse de modo indudable, ¿no es interesante averiguar si en lo alto de aquella parte de la sierra pudo enterrarse en tiempo remoto, al aproximarse los árabes, o por cualquier otro motivo de guerra, algún arcón o depósito de monedas y efectos varios, que se deshizo con la acción del tiempo, y al cual pertenecieron esas piezas de oro halladas en la carretera de la Hermida por efecto de un desprendimiento de tierras venido de la cumbre?

Doctores tiene... la Ciencia que pueden decir y hacer lo que crean conveniente, mientras los profanos nos limitamos a contar el caso y a lamentar que, aunque sea sin sujeción a mandatos de sabios de oficio, no se realice en serio una investigación cuidadosa para intentar hallar la procedencia de las monedas bajadas a la carretera entre las tierras de un argayo; ya que sería estúpido suponer que hayan sido colocadas allí con fines particulares por una mano desconocida, puesto que no son ni pueden ser objeto de negocio ni de vanidad para persona alguna, habiéndolas encontrado humildes trabajadores de aquellos pueblos."


Y hasta ahí podemos leer, que diría Mayra Gómez Kemp (en este caso, básicamente, porque no hay más). Creo que el testimonio es excepcional y viene a ofrecer algunos interesantes detalles acerca de las circunstancias del hallazgo que no estaban nada claros. En justicia, hay que señalar que cuando el periodista se lamentaba amargamente de la desatención académica hacia el hallazgo, hacía ya dos semanas que Jusué había mandado su informe al Boletín de la Real Academia de la Historia (lo de culpar a las instituciones, con razón o sin ella, de todos los males que aquejan al Patrimonio es casi un atavismo, por lo que ve). Por tanto, en ese aspecto concreto, la información de El Cantábrico no era todo lo rigurosa que debiera, aunque creo que ese detalle no le resta valor al documento.

Para terminar y volviendo al hallazgo, lo cierto es que no sabemos qué diantres pintaban esos tremises y esos broches en lo alto -o en la ladera- de esa peña. Dudo mucho que, como escribió Jusué (1910: 487) en un alarde de algo parecido a ese "sano regionalismo" tan del gusto de algunos tiempo después, fuesen "propiedad de algún magnate o jefe godo de los que, en la hoy provincia de Santander, organizaban las huestes cántabro-godas que, desde los primeros días de la reconquista hasta la toma de Granada, defendieron la independencia de la patria y pelearon por el triunfo de nuestra religión sacrosanta, y como en tiempo de los romanos antes y en la guerra contra los franceses después, asombraron al mundo con sus proezas". Lo poco que sabemos del conjunto apunta a una fecha bastante anterior a esa de comienzos del siglo VIII, de hacia la segunda mitad del siglo VI. Hasta no hace mucho, la idea generalizada y dominante era que la presencia de materiales hispanovisigodos al norte de la Cordillera era poco menos que imposible, dada la presunta sempiterna independencia de unos cántabros arriscados y montaraces -así, como de esa Edad del Hierro asalvajada tan del gusto de algunos y que, aparte de ser más falsa que un solidus de madera, no es más que la prueba de la asunción acrítica del estereotipo faltón creado por los romanos para describir a los pueblos del Norte peninsular- impermeables a todo tipo de influencias externas. Y por eso mismo se solía relacionar (ya que las acuñaciones lo ponían a huevo) con la campaña de Leovigildo contra cantabria de 574. Hoy el panorama ha cambiado bastante (mal que les siga pesando a algunos) y no resultaría complicado explicar la presencia -y el uso- de moneda hispanovisigoda en Peñarrubia  (o cualquier otra parte de Cantabria) en el siglo VI, igual que en (casi) cualquier otra parte de la Península. En cualquier caso y al margen de consideraciones políticas o de pertenencia, el oro, acuñado o no, es oro y vale lo que vale. Es decir, mucho. Y el de La Hermida, para la historia de Cantabria, aún más. Así que habrá que ponerse a buscar alguna de las monedas perdidas un mes de estos.

11 may 2018

Nueve (anillos) para los hombres mortales condenados a morir

En realidad no son 9, son cerca de 30, pero ese verso de Tolkien me viene como anillo al dedo (y nunca mejor dicho) para titular esta entrada. Y lo hace porque de eso va precisamente: de anillos. No de los de la Tierra Media sino de los de nuestra querida necrópolis de Santa María de Hito (SMH para los amigos), que son mucho mejores. ¡Dónde va a parar!

El pasado martes día 8 de los corrientes, Enrique dio una magnífica conferencia (en el MUPAC y dentro del ciclo "La pieza del mes") sobre ese tema titulada "Los anillos de Santa María de Hito. Superstición, poder y fe en los albores de la Edad Media". Lamentablemente y por motivos ajenos a organización y, por supuesto, conferenciante, la charla no fue grabada y colgada en la red, como es habitual desde hace algunos años. Y, por ese mismo motivo, se convirtió en algo parecido a una obra de arte efímero que sólo pudimos disfrutar los asistentes (como pasaba antiguamente, vamos).




Ante una sala llena, la otra mitad del Proyecto Mauranus que no soy yo fue desgranando la historia del yacimiento (la villa romana sobre cuyas ruinas se instaló una necrópolis en la que se estuvo enterrando gente entre época visigoda y la Baja Edad Media) antes de centrarse en el estudio de la magnífica colección de anillos. Anillos todos (o casi) de la fase de uso más temprana del cementerio (siglos VII-VIII d. de C.) y procedentes, cuando hay contexto conocido, de tumbas.




Obviamente, se centró en aquellos dos con inscripción que adornan una de las vitrinas del MUPAC y a los que en tiempos dedicamos un artículo monográfico en Pyrenae y una entrada en el blog. La interpretación que hicimos entonces de ambos no ha cambiado sustancialmente, aunque Enrique ha profundizado en ella y de qué forma: atando cabos sueltos, localizando paralelos sorprendentes y contextualizando las dos piezas de forma magistral. Y, ya de paso, poniéndoselo realmente difícil a quienes ven en ellos (sobre todo en el de oro con monograma) otro tipo de representaciones.

También encontró un hueco para hablar de los ejemplares más modestos, generalmente olvidados pero que pueden ofrecer información muy interesante, ya que cuentan con buenos paralelos en otras zonas de la Península. E incluso en otros yacimientos cántabros, como Riocueva (nuestro tessoroooo....). Y no, no es el que pensáis: es otro.



Como mis fotos cutres hechas con el móvil no le hacen justicia a la conferencia, aquí tenéis a nuestro "Señor de los Anillos" particular hablando de esto mismo en RNE en Cantabria, con Cristina Dosal y Roberto Ontañón:



El lector avispado se habrá percatado de que van dos entradas en muy poco tiempo sobre cosas relacionadas con Santa María de Hito. Y de que eso no puede ser casual. Y no lo es. Parece que al fin, después de muchos años, ha llegado la hora de hacerle justicia al que sin duda es uno de los  yacimientos arqueológicos más importantes de Cantabria. A él y a Rosa Gimeno García-Lomas y su equipo, responsables de haberlo sacado a la luz, aunque luego La Sombra se pusiese sobre él durante décadas (por no dejar la onda tolkiense). Stay tuned.

7 jun 2016

De congreso

Tal y como anunciamos días atrás, el Proyecto Mauranus ha estado presente en el Congreso Internacional de Cerámicas Altomedievales en Hispania y su entorno (s. V-VIII d. C.) celebrado en Zamora los días 1, 2 y 3 de junio de 2016. Estamos en plena temporada de presentación de resultados, en abril le tocó el turno a los carbones y las maderas de Riocueva y ahora llegaba el turno de la cerámica. Aunque para los lectores de este blog la cueva es ya un viejo conocido, la verdad es que el pertinaz retraso que sufren con frecuencia las publicaciones especializadas en el ámbito de la Arqueología o el embargo al que están sometidos sus contenidos provocan que los datos sobre Riocueva vayan llegando con cuentagotas a la comunidad científica. Por eso y porque Zamora está relativamente cerca y allí iban a estar muchos especialistas en Tardoantigüedad y Alta Edad Media, no podíamos dejar pasar la ocasión para dar a conocer los resultados de nuestras investigaciones. Además, ha sido la «puesta de largo» como colaboradora-firmante del Proyecto de Helena Paredes, quien además pudo hacer un hueco en su agenda para venir a Zamora.

Recién llegado a la sede del Congreso
Madrugón y 345 km de coche para llegar a la segunda jornada del congreso que se celebraba en las magníficas instalaciones del Campus de Zamora de la Universidad de Salamanca, la única de las tres a la que podíamos asistir. Nos perdimos las dos primeras comunicaciones programadas, pero llegamos a tiempo para escuchar a Raquel Martínez Peñín hablando sobre los conjuntos cerámicas de Braga y para asistir al debate de la sesión dedicada a Lusitania. Durante el descanso tuve oportunidad de charlar un rato con Claude Raynaud, uno de los arqueólogos que participado en la publicación, hace no mucho, de la fase altomedieval de Ruscino (Francia). Este enclave es uno de los mayor volumen de datos aporta sobre los últimos tiempos del reino visigodo en la Septimania y su registro material tiene algunos puntos en común con algunos yacimientos de Cantabria y su entorno. Aproveché para explicarle a grandes rasgos lo que estábamos encontrando en las cuevas de la región para compensar que no pudo quedarse a la sesión vespertina en la que estaba programada la comunicación sobre Riocueva. La sesión de la mañana se cerró con una síntesis sobre la Terra Sigillata Tardía Meridional expuesta por Margarita Orfila Pons (UGRA), otra sobre las cerámicas de los siglos VI-IX en la Francia mediterránea y una interesante comunicación sobre un taller de cerámica bizantina documentado en el monasterio de Qubbet El-Hawa en Asuán (Egipto) por Vicente Barba Colmenero (UJA). Con esta última exposición quedamos bastante impresionados, no sólo por la calidad de los materiales, tipos y decoraciones completamente extraños a quienes estamos más acostumbrados a la monótona cerámica norteña de época visigoda, sino también por un detalle bastante curioso: a falta de madera en los alrededores, los monjes alfareros habían alimentado sus hornos con momias, sarcófagos y demás materiales inflamables de época faraónica que sacaban de las tumbas sobre las que asentaron su monasterio.

Intervención de Claude Raynaud en el congreso (Foto: Zamora Protohistórica)
Aprovechamos bien el prolongado descanso para comer: cervecita, comida de trámite en el comedor universitario y visita rápida a Zamora. Un paseo desde el campus hasta la Catedral para ver su extraordinaria cúpula gallonada y varia iglesias románicas en el camino de ida y vuelta. Lo justo para distraerse antes del momento de nuestra participación. Hacía siete años que no pisaba Zamora y algunas cosas no las recordaba, así que ha servido de refresco de memoria, que siempre se agradece.
La catedral de Zamora, una joya del románico
La tarde estaba dedicada íntegramente a la sesión Cerámicas altomedievales en la Gallaecia y Norte de la Península Ibérica, en la que se integraba nuestra comunicación. Comenzó con una síntesis sobre la cerámica altomedieval en el noroeste peninsular presentada por José Avelino Gutiérrez (UO), con una exposición detallada y bien estructurada a modo de estado de la cuestión que derivó en una reflexión metodológica algo puntillosa y un tanto prescindible, que excedió innecesariamente el tiempo de su intervención. Lo curioso es que, hasta donde habíamos podido ver, todo el mundo había sido muy respetuoso con los tiempos asignados. Sobre todo porque eran algo superiores a los que se había establecido en las primeras circulares del congreso, cosa que es de agradecer. La sensación de que José Avelino no iba a terminar nunca se acrecentaba por un detalle: justo después le tocaba el turno a Riocueva. Con más de 15 minutos de retraso sobre el horario previsto me tocó subir a presentar «Ollas para los muertos. Cerámica de los siglos VII-VIII de la cueva de Riocueva (Cantabria)». Una descripción del yacimiento, una breve caracterización del contexto sepulcral, una descripción de los materiales cerámicos, unas conclusiones poniendo en relación la cerámica de Riocueva con la de otras cuevas de época visigoda de Cantabria y una reflexión final sobre la presencia de ollas de cocina, pero no de cerámica de mesa, en los contextos sepulcrales. En 20 minutos no se puede contar muchos más.
La portada de la presentación que acompañó a la comunicación
Fardando de los hallazgos Riocueva 
La cerámica fue la principal protagonista de la comunicación
Terminada nuestra intervención, tomó el relevo Francesca Grassi (UPV) para hablar sobre el valor de indicador social y político de los conjuntos de cerámica altomedieval de la Llanada Alavesa. Como no íbamos a poder quedarnos al debate de la sesión, programado para las 19:10, y Francesca Grassi tampoco, se abrió un turno de preguntas express que nadie quiso aprovechar. Será que Riocueva y su cerámica fueron tan magníficamente presentadas en nuestra comunicación que no quedaba lugar para las dudas... O que no le interesó a ninguno de los presentes, que también podría ser, pero no lo creo. O que estaban deseando que llegase el descanso que comenzaba ya. De hecho, al levantarse provisionalmente la sesión, se acercaron a saludarme y a plantearme dudas y sugerencias Alfonso Vigil-Escalera Guirado y Fernando Pérez Rodríguez-Aragón. Debe ser cosa de la exposición al público que había olvidado porque hacía mucho que no me dejaba caer por un congreso: hasta que no intervienes, no existes... o no te identifican. De hecho, con el primero quizá había coincidido alguna vez, pero al segundo no lo conocía en persona. Me quedé con las ganas de haber charlado con ambos más tiempo, pero había que regresar a tierras cántabras y son casi cuatro horas de coche. Apurando más allá del límite, todavía nos quedamos para escuchar la comunicación dedicada a los nuevos hallazgos de cerámica de los siglos VI-VII en Pamplona y para despedirnos de Juan Palomo, divulgador del patrimonio arqueológico de Los Pedroches a quien tampoco teníamos el placer de conocer en persona. En resumen, una incursión breve pero provechosa en el Congreso Internacional de Cerámicas Altomedievales en Hispania y su entorno (s. V-VIII d. C.) que nos dejó con ganas de más. Y, por supuesto, no nos podemos olvidar de la organización ¡buen trabajo! Pronto nos pondremos a trabajar en el texto de la comunicación para las actas y a esperar que se publiquen para poder repasar lo que nos hemos perdido por no haber podido dedicar más que unas horas a tan interesante cita.


11 abr 2016

Entre carbones y cerámicas

Los de Riocueva, claro. Esos son los temas centrales de las dos comunicaciones que vamos a presentar en otras tantas reuniones científicas que se van a celebrar esta misma primavera. Toca seguir haciendo públicos los resultados de nuestra intervención en la cueva y ambos marcos nos han parecido muy adecuados para ello.

La primera es el Encuentro Internacional “Wood and Charcoal: Approaches from Archaeology, Archaeobotany, Ethnography and History que se celebrará en Braga (Portugal) los días 15 y 16 de este mismo mes. La semana que viene, vamos. Allí mandamos un póster firmado a medias con Inés L. López-Dóriga y María Martín Seijo. Inés es nuestra arqueobotánica de cabecera y quienes sigan el blog ya deberían conocerla, mientras que María es la investigadora que ha estudiado recientemente una serie de muestras de los carbones y maderas recuperados en la excavación. Precisamente, en el póster presentamos, en primicia, un avance de los resultados de su informe.


Su título, que está en un perfecto inglés, es Fires in the dark. Burning of grain and human bones in the burial cave of Riocueva (Cantabria, Spain) in the 7th-8th centuries. En cuanto a su contenido, en el mismo idioma, aquí va el resumen:
"The cave of Riocueva was used as a burial place sometime in the 7th-8th centuries. Archaeological work carried out between 2010 and 2014 has allowed the recovery of the remains of at least six young individuals and many objects associated to them: glass beads, rings, spindle hooks, knives, pot sherds… As it happens in another burial caves from these times known in Cantabria, rituals linked to the corpses have been detected. The destruction and burning of the skulls is the most stunning of them. However, burning grain beside the bodies, a custom forbidden by medieval penance books, has also been suggested as a possible practice. The results of the wood and charcoal analysis carried out on samples from the site are presented in this work: they are charcoal fragments connected to the burnings, and also to the remains of other combustion structures."




El segundo es el Congreso Internacional de Cerámicas Altomedievales en Hispania y su entorno (s. V-VIII d. C.), que tendrá lugar en Zamora los días 1, 2 y 3 de Junio. En este caso, Enrique irá a presentar una comunicación, que firmamos ambos y Helena Paredes Courtot, acerca del repertorio cerámico recuperado en Riocueva. Helena, para quienes no la conozcan, es lo más parecido que hay al tercer miembro del Proyecto Mauranus y pieza clave e insustituible en las excavaciones en la cueva y en el procesado y estudio de los materiales recuperados.


El resumen de la comunicación, titulada Ollas para los muertos. Cerámica de los siglos VII-VIII de la cueva de Riocueva (Cantabria), es el siguiente:
"Las actuaciones arqueológicas realizadas entre 2010 y 2014 en la cueva de Riocueva (Entrambasaguas, Cantabria) han permitido recuperar y estudiar una interesante colección de cerámica procedente de un depósito sepulcral atípico fechado en los siglos VII-VIII. Se conservan restos de varias vasijas de cerámica común que acompañaban a los cuerpos de, al menos, seis individuos depositados en una zona interior de la cueva, junto con otros recipientes de vidrio y metal, varios objetos relacionados con la vestimenta y el adorno personal o distintos útiles, como cuchillos y husos de hilar. En concreto, se trata de varias ollas de cocina con características técnicas y morfológicas propias de una producción desarrollada en el ámbito doméstico y que cuentan con buenos paralelos en otros yacimientos similares de la región. En esta comunicación presentamos un avance del estudio de este material cerámico que constituye, hasta la fecha, el principal referente para el conocimiento de las producciones alfareras del final de la época visigoda en Cantabria."

Mal que le pese a cierto catedrático de la Universidad de Cantabria, los "arqueólogos no profesionales que trabajan en esto sólo cuando pueden", como nosotros, son perfectamente capaces de llevar adelante una intervención arqueológica, aunque sea (ahí tiene razón) con medios mucho más limitados que los que manejan los que, como él, trabajan en esa institución. Y de realizar múltiples estudios y analíticas, obtener resultados e incluso presentarlos donde y cuando toca. Lo que viene siendo ese "análisis amateur" que tan alegremente (y con tan mala baba) nos achaca, vamos. Análisis en el que seguimos y seguiremos trabajando, porque aún nos quedan algunas cosas por hacer y muchas más que contar sobre Riocueva y todo lo que hemos hecho allí. Stay tuned.

7 sept 2015

Asueto estival, vol. 4: El Bovalar

Como ya es habitual en nuestras idas y venidas entre la costa cantábrica y el Mediterráneo, hemos hecho —Helena y yo, por supuesto— una parada para conocer un yacimiento arqueológico que teníamos ganas de visitar desde hace tiempo: el conjunto de época visigoda de El Bovalar (Seròs, Lérida). No teníamos muy claro si iba a ser posible, porque no aparece en ninguna guía como lugar visitable, ni tampoco sabíamos con seguridad cómo se llegaba. Para evitar el paseo en balde, consultamos a la profesora Gisela Ripoll, quien nos informó de que, aunque vallado, el lugar era accesible y nos proporcionó unas indicaciones que facilitaron en gran medida la localización del yacimiento.

Helena buscando información del yacimiento sobre el terreno ¡alabado sea el 3G!
Con la cabeza puesta en lo que recordaba de las publicaciones, esperaba encontrar —y fotografiar, faltaría más— una buena cantidad de sarcófagos y tumbas de lajas a la vista, pero en los trabajos de acondicionamiento de la iglesia más recientes han quedado ocultas bajo una espesa capa de gravilla hasta las sepulturas que se habían «salvado» en la intervención de acondicionamiento y conservación realizada en 2006. Basta con echar un ojo a un plano de la excavación y contrastarlo con lo que hoy queda a la vista para darse cuenta de que la función funeraria del interior de la basílica ha quedado camuflada en exceso, a pesar de los esfuerzos por insinuar su presencia. Al menos con esta última intervención se ha recuperado un lugar que a la altura de 2013 había adquirido un aspecto selvático ¡a ver cuánto dura! Eso sí, sigue sin señalización y sin ningún elemento informativo o interpretativo que facilite la visita.

Planta de la basílica de El Bovalar con ubicación de las sepulturas (de Palol, 1989)
Dos de los pocos sarcófagos visibles actualmente en El Bovalar
La basílica de El Bovalar en 2013 (Foto: Didàctica del Patrimoni Cultural)
La basílica desde el mismo punto de vista en 2015
El yacimiento consta de dos partes claramente diferenciadas por su funcionalidad, pero que aparentemente forman un conjunto indisoluble: la «basílica» y el «poblado».

Planta general del conjunto de El Bovalar (modificado de Palol, 1989)
La basílica es una iglesia cristiana de planta basilical —como su propio nombre indica— con tres naves rectangulares separadas por sendas filas de columnas, de las que sólo se conservan las basas. La cabecera tiene un sanctuarium de planta rectangular con dos estancias adosadas a los lados usadas como espacios funerarios. Está elevada sobre el resto de la planta y contaba con canceles de separación. La nave y el entorno exterior también fueron lugares utilizados para colocar sepulturas, muchas de ellas en sarcófagos con cubierta a doble vertiente. En los pies del edificio se ubicaba el baptisterio, una piscina de planta cuadrada sobre la que se disponía un baldaquino monumental que actualmente se conserva en el Museu de Lleida. La construcción del templo se sitúa en torno a finales del siglo V o comienzos del siglo VI, según las estimaciones de Pere de Palol.

Vista general de la basílica desde la zona del baptisterio
Detalle del acceso al sanctuarium, donde se ubicaba el altar
Basa de una de las columnas de la nave central de la basílica
Por lo que respecta al poblado, se ha denominado así a una serie de construcciones contiguas a la basílica que se extienden sobre todo hacia el sur de la misma que servían como viviendas, almacenes y espacios de transformación de productos agroalimentarios. Una de las estructuras más reseñables del conjunto es una gran prensa de vino de uso comunitario. Aparecieron además grandes vasijas de almacenamiento enterradas en el suelo, silos subterráneos y grandes estructuras para soportar toneles de vino. Algunas de esas construcciones se disponen sobre antiguos espacios funerarios, como pone de manifiesto la superposición de muros sobre sepulturas. La fecha propuesta para las viviendas y demás construcciones funcionales es algo posterior que la atribuida a la basílica, en torno a los siglos VII-VIII.

Vista parcial de la zona de poblado de El Bovalar
Prensa para el vino
Bodega con estructura para colocar toneles
Grandes vasijas de almacenaje enterradas en el suelo de las viviendas
Muro del poblado superpuesto a una cubierta de sarcófago
El abandono del conjunto se produjo como consecuencia de un incendio que, a juzgar por las monedas más recientes que se han recuperado —acuñaciones del esquivo rey visigodo Agila II—, debió de producirse a principios del siglo VIII, quizá en relación con la invasión árabo-bereber que alcanzó esa zona hacia el año 713. Ese fin traumático supone una auténtica bendición para los arqueólogos, ya que los moradores de El Bovalar abandonaron el cerro «con lo puesto», dejando tras de sí un gran número de objetos en excelente estado de conservación: mobiliario litúrgico, monedas, abundante cerámica, herramientas de lo más diverso y hasta los aros de los toneles en los que se guardaba el vino. Además, el lugar nunca se reocupó, por lo que permaneció sin más alteraciones que las provocadas por las labores agrícolas hasta su descubrimiento en 1943.

Para la próxima, habrá que pasarse por el Museu de Lleida y echar un vistazo al baptisterio y a los objetos suntuarios del El Bovalar que tienen expuestos. Los objetos «menos nobles» están en el Museu de la Noguera (Balaguer), que también habrá que incluir en la lista de futuras visitas.

Espectacular incensario de bronce de El Bovalar, actualmente en el Museo de Lleida
Gracias a ese abrupto final con el fuego como protagonista, encontramos en El Bovalar un elemento que lo conecta con «nuestras queridas cuevas»: el mijo. En un breve artículo de P. de Palol publicado en 1986 que es, seguramente, la referencia bibliográfica más conocida sobre El Bovalar, se dice que con este tipo de grano de han fabricado «unas tortas circulares huecas por el interior y almacenadas en estantes de madera en el muro». ¿Será casualidad que este cereal aparezca asociado a episodios de tiempos convulsos, como fue la primera mitad del siglo VIII o formaba parte de la dieta habitual durante toda la Antigüedad Tardía? Mijos y panizos son cereales de ciclo corto muchos menos «exigentes» que el trigo o la cebada y podían cumplir a la perfección la función de «cosechas de emergencia» en periodos de inestabilidad o malas condiciones climatológicas. En el Fons Dr. Pere de Palol del Institut Català d’Arqueologia Clàssica hay una memoria del estudio paleocarpológico elaborado por Carme Cubero Corpas, habrá que echar un vistazo.

En la actualidad existe cierto debate en torno a la interpretación de las estructuras localizadas en el yacimiento. Aunque tanto su descubridor y primer responsable de las excavaciones Rodrigo Pita como el continuador de la labor Pere de Palol lo interpretaron en principio como un monasterio, el propio Palol fue, más adelante, marcando las diferencias entre el edificio religioso y las dependencias anexas, insistiendo en su carácter de poblado laico. En los últimos años se ha recuperado esa hipótesis inicial en trabajos de José María Gurt y, sobre todo, en la propuesta más reciente de Jordina Sales, quien considera que el conjunto de El Bovalar es un monasterio dedicado a la producción de pergamino.

Uno de los elementos sobre los que pivota buena parte de la hipótesis de Jordina Sales son unos objetos que le resultarán familiares a los lectores del blog: los descarnadores o «peladores», de los que se han encontrado una veintena en El Bovalar y utilizados —según esta investigadora— para retirar el pelo y la grasa de las pieles de las reses empleadas para producir pergamino. Pero como es la «otra mitad» del Proyecto Mauranus quien más vueltas ha dado a estos chismes, le emplazo a que dé su opinión sobre la función propuesta para El Bovalar, ya que el tema del pergamino deja algunos cabos sueltos. Insisto, que sea él... que yo sólo pasaba por allí...


13 may 2015

Riocueva 2010-2014: cinco años en una conferencia

Cuando, el 25 de Septiembre de 2010, Enrique y yo pisamos por primera vez la cueva de Riocueva no podíamos imaginar cómo ese yacimiento iba a marcar nuestras vidas arqueológico-investigadoras los siguientes años. Llegamos allí guiados y acompañados por Milio (Emilio Muñoz, figura señera de la espeleoarqueología cántabra) y Rogelio (Alejandro Bermejo), en el marco de un proyecto de investigación que habíamos creado tiempo atrás (algo así como "Proyecto Mauranus", ¿os suena?) y del que la toma de muestras de huesos humanos y cerámica para datar que realizamos ese año fue su primer trabajo de campo. Enseguida tuvimos claro que aquella cueva "era buena", que tenía toda la pinta de haber sido usada con fines sepulcrales en época visigoda (ni más ni menos que lo que andábamos buscando), así que cuando llegó el resultado de la muestra correspondiente (segunda mitad del siglo VII, más o menos) no hubo sorpresa.


Milio y Rogelio en la boca de Riocueva

Empezaron entonces 4 años y pico de trabajo de excavación, procesado, documentación e investigación, fruto de los cuales ha sido un, en mi opinión, impresionante avance en el conocimiento de las formas de vida (y de muerte, aunque sólo en parte) en la Cantabria de los siglos VII-VIII (y lo que os rondaré). Cierto es que no sólo Riocueva ha sido fundamental para ello y que sin Las Penas, el Portillo del Arenal o La Garma ese avance no sería tan grande. Pero no es menos cierto que Riocueva está siendo la culminación de un proceso iniciado en esos otros yacimientos y la actuación que hemos llevado a cabo en ella un banco de pruebas donde poner en práctica nuevas técnicas y enfoques. Además y aunque también tengamos algún tipo de relación con los otros tres, éste es "nuestro yacimiento" y se tiene que notar. Y en él encontramos un anillo de oro (no es "el anillo único de poder", no, pero tampoco está mal) con el que fardar. Palabras mayores (ah, el vil metal).


El anillo


El objetivo de esta entrada no es repasar todo lo que hemos hecho hasta ahora en la cueva: para eso está el blog, con el seguimiento casi "en tiempo real"(siempre me he preguntado cuál es el tiempo no real, ¿el "tiempo de los sueños de los aborígenes australianos?) de las últimas campañas de excavación. Ni la información que hemos obtenido allí, parte de la cual puede consultarse en alguna de las publicaciones que tenemos colgadas en nuestros perfiles de Academia.edu (aunque la mayor parte esté aún en prensa o más atrás). Esta entrada es, de nuevo, una excusa para anunciar una conferencia, la que dará Enrique el viernes día 15, a las 8 de la tarde, en la sede de ADIC. Conferencia titulada "Desenterrando a los últimos visigodos. Actuaciones arqueológicas en Riocueva 2011-2014", con la que se cierra el ciclo organizado por Regio Cantabrorum y la propia ADIC y en la que repasará estos 4 años de trabajos en la cueva. Habrá niños muertos, hogueras, cuchillos y hebijones. Anillos (no sólo de oro), panizo, almejas y natrón. Husos, tejones, copas y ollas. Pendientes, carbones, murciélagos e incluso revenants. Bueno, no estoy seguro de que vaya a hablar de revenants, pero yo no me la perdería por si acaso.

Esto no son exactamente revenants, pero se les parecen mucho (imagen sacada de por aquí)

28 dic 2014

You must be bloody joking!! Mea culpa de un farsante

Hasta aquí hemos llegado. Duele mucho dar este paso, pero cuanto más lo alarguemos más difícil será ponerle fin a este despropósito. No creo que podamos hacer nada para salvar nuestra, a partir de ahora, completamente destruida reputación, pero eso casi es lo de menos. Lo de la tele fue la gota que desbordó un vaso que nunca debió llenarse y marcó el punto de inflexión. Han sido semanas duras, dándole vueltas y más vueltas al asunto, intentando encontrar una manera de arreglarlo; pero, como aún no se puede viajar en el tiempo y volver al pasado, hay que apechugar. Y eso es lo que toca hoy.

Quien sea seguidor fiel del blog, del Proyecto y de nuestra carrera investigadora reciente tiene la oportunidad de vivir un momento a lo final de "Sospechosos habituales" (la genial película noventera de Bryan Singer) en la siguiente imagen:


Captura de pantalla tomada de aquí


Cordillera Cantábrica, cuevas, vampiros... ¿Os resulta familiar? Sí, ¿verdad? La Garma, Las Penas, Riocueva, revenants de época visigoda... Es exactamente tal y como estáis barruntando en estos momentos: todo es un fraude. En los últimos años habéis sido víctimas de una sutil y elaborada manipulación concebida para que os tragaseis esa historia. Una broma desquiciada, inspirada en Mauricio, el Niño Murciélago, y que ya ha llegado la hora de desvelar. Y es lo que voy a hacer aquí y ahora, mal que me pese.

Si vamos al verdadero origen del asunto, deberemos remontarnos al 94 o así, cuando mi amigo J. L. Lavín compraba Noticias del Mundo y todos lo leíamos en la Plaza de la Telefónica de mi pueblo. Mauricio  y su historia nos enamoraron desde el primer momento. Tanto es así que, años después, ya estudiando Historia en Santander, yo llevaba orgulloso una camiseta con una de sus portadas en NdM (camisetas que nos hicimos para una Batalla de Flores y que fueron la sensación, por cierto). No tengo foto que adjuntar para probarlo, pero mis conocidos lo recordarán. De hecho, alguno de mis amigos de la Universidad ya entonces (y aún ahora) me llamaba cariñosamente "niño murciélago". Pasó el tiempo, pero no mi enfermiza fascinación por Mauricio, como prueba la siguiente imagen, de una de mis despedidas de soltero en Gijón (y prueban también mis perfiles de Google o Facebook)


Pero el verdadero punto de inicio de todo esto es mucho más reciente y tuvo lugar una de esas noches en las que Enrique y yo, pasados de copas, nos ponemos retos absurdos (por ejemplo, una vez, a las tantas, apuramos los cacharros, montamos al Fiesta y nos fuimos a ver cómo amanecía en La Ulaña, desde Santander). En esta ocasión, la discusión fue derivando hacia lo fácil o difícil que sería manipular al "público" de la literatura científica y cómo podrían colarse como "buenas" cosas en principio absurdas. Yo acababa de presentar mi trabajo de fin de Máster sobre el uso funerario de algunas cuevas en época visigoda, llevaba puesta una camiseta con la cara de Mauricio... Y se lió.


La verdad es que, visto con perspectiva, resulta asombroso lo fácil que resultó. Unas lecturas sobre necrofobia, algo de "vampirismo científico" y "nuestras" cuevas, con sus muertos. Un cóctel que se demostró infalible y que nos permitió ir construyendo un relato en el que, de forma discreta pero evidente, se mezclaban vampiros (podemos llamarlos "revenants", "muertos inquietos" o como queramos, pero no dejan de ser vampiros), cavernas y el norte de España; como en la historia de Mauricio. Incluso intentamos colocar de alguna manera a Alicia, su novia, en este cuento.



Y cuando apareció el anillo de Riocueva vimos una magnífica oportunidad para hacerlo: era de pequeño tamaño, un adorno infantil, y tenía una decoración que se prestaba a elucubrar sobre su significado. Aparcamos completamente la interpretación más sencilla (y obvia: que son segmentos de círculo afrontados, de honda raigambre cántabra) y le dimos mil vueltas tratando de encontrar una forma de leer ALICIA.



No hubo manera, así que tuvimos que buscar una alternativa y terminamos eligiendo PAVLA. Y coló. Como colaron la "destrucción intencionada" de los cráneos (lamentablemente, no teníamos estacas clavadas en el pecho o similares, así que tuvimos que conformarnos con rituales anti-revenant de segunda división, como el aplastamiento de cabezas) o la interpretación del cereal quemado como una forma de "aplacar a los muertos molestos" atestiguada en las fuentes escritas medievales (que retorcimos a conciencia, como no podía ser de otra forma).





Y así, casi sin darnos cuenta, introdujimos a Mauricio (bueno, él no aparecía directamente, pero los revenants cavernícolas visigodos inspirados en él, sí) en el mundo de la arqueología "seria": en Munibe, en el Homenaje a J. A. García de Cortázar, en el 19th Annual Meeting of the EAA que se celebró en Pilsen, etc, etc. Y por el camino implicamos (manchamos para siempre, más bien) a varios inocentes colegas y, hasta hoy y me temo que no más, amigos. La rueda giraba y giraba y no veíamos el momento de parar. Y dejando pasar el tiempo nos íbamos enredando más y más y nuestros "Mauricios" ficticios se iban abriendo paso (y dejando poso) en el panorama arqueológico peninsular (y más allá).

Y en estas llegaron los medios, de la mano de Iker Jiménez. Primero la radio, luego la tele. Y la cosa se salió de madre cuando más de 1 millón de personas nos vieron hace tres semanas y "nuestros vampiros" se hicieron famosos. Demasiados testigos para un crimen perfecto. Y demasiadas preguntas que responder.



Os sorprendería saber la cantidad de e-mails, mensajes e incluso llamadas (me pregunto cómo demonios han conseguido nuestros móviles) que hemos recibido desde entonces. Una auténtica "locura vampírica" que parece haber contagiado a todo el mundo, desde la prensa regional a importantes editoras de revistas y productoras televisivas con canales propios (y pirados variados, por supuesto). Por no hablar de nuestras familias y amigos: el monotema estas navidades está siendo nuestra aparición en Cuarto Milenio y las cosas que allí dijimos. Tomarle el pelo a media España es algo difícilmente justificable. Hacerlo con la gente a la que quieres es mucho peor. Y ni os cuento el nudo que se te forma en el estómago al ver el brillo en los ojos de tu madre cuando te dice: "Estuviste muy bien en la tele. Me pareció muy interesante lo que contasteis, no tenía ni idea de que existiesen esas cosas. Qué orgullosa estoy de ti".

Así que se acabó. Lo hemos hablado y no queda otra opción: hay que terminar con esta farsa ya, antes de que vaya a más. Toca tragar bilis, agachar las orejas y pedir perdón. Perdón a todos aquellos que han creído en nosotros y nos han apoyado todo este tiempo, a las instituciones que nos han financiado, a los seguidores del blog, a los colegas que se han visto embarcados en esta gran mentira y cuya honorabilidad probablemente haya quedado tocada para siempre. Perdón a Silvia, a Pablo, a Roberto, a Eva. A Knut Andreas, a Juan Antonio. A Leticia, a Alfredo, a Alfonso, a Pablo, a Gonzalo... Perdón a tantos y tantos. Ya tenemos redactadas las cartas explicando el engaño y pidiendo disculpas para el Gobierno de Cantabria, la UC y Cuarto Milenio, entre otros muchos; y mañana a primera hora las enviaré. Y a esperar las respuestas (y los castigos).

Llegados a este punto, una de las cosas que más me duele es que ya nadie va a creer nada de lo que contemos. Ni siquiera que nos estábamos guardando un pequeño secreto para el final: