10 jul 2020

Dos mejor que uno

Hoy es un gran día. Uno de esos momentos felices que, después de tanto tiempo, parece que nunca va a llegar, o que ha pasado ya y no te has enterado. Desde has 13.05 h del día 10 de julio del año en curso, por fin, puedo referirme a mi compañero de batallas arqueológicas durante más de 20 años como «doctor». Este 2020 es un año extraño en el que una funesta pandemia ha cambiado las reglas en muchos ámbitos y este ha sido uno de ellos. He vivido el esperado momento a más de 600 km de poder darle el merecido abrazo a mi amigo. Quizá ha sido una ventaja, porque seguramente me hubiese puesto a llorar como una Magdalena. Estas cosas me ponen muy sentimental porque siempre son un momento adecuado para recordar a los que siempre han estado ahí y a los que, desgraciadamente, no han podido estar. No puede faltar el recuerdo al que nos dejó sin poder ver doctorados ni a la otra mitad del Proyecto Mauranus, ni a quien escribe estas líneas, después de haber estado tantos años dando por sentado que lo conseguiríamos.

Portada de la tesis.

No he podido abrazar al ya doctor, ni ver cómo recibía las felicitaciones del tribunal, ni del director que con tanta paciencia le ha soportado hasta este momento. Solo he podido asomarme a una ventanita virtual, abusando de mi condición de doctor, para trasmitir desde la distancia mi felicidad por el desenlace de tan esperado acontecimiento. Margarita Fernández Mier, Ángel Armendáriz Gutiérrez y Alfonso Vigil-Escalera Guirado han otorgado al pupilo de Pablo Arias Cabal la calificación de sobresaliente a la tesis doctoral El uso de las cuevas en época visigoda brillantemente defendida por José Ángel Hierro Gárate en la Universidad de Cantabria. Dos décadas de trabajo intermitente pero nunca abandonado que arrancaron allá por el otoño de 1999 y que empezaron a tomar forma en 2002 con el artículo «Arqueología de la Tardoantigüedad en Cantabria
yacimientos y hallazgos en cueva» publicado en nuestra añorada Nivel Cero.

Una instantánea del acto, cortesía de Rafa Bolado.
El doctorando (dcha.), el secretario del tribunal (izq.) y los afortunados asistentes.

A estas alturas, todo el mundo sabrá de qué iba la tesis y muchas de las ideas que se recogen en ella. Muertos, muertos y más muertos de sitios húmedos y oscuros, algunos de ellos acompañados de cosas antaño brillantes. Un minucioso catálogo de yacimientos con un no menos exhaustivo estudio de los objetos encontrados en ellos. Una necesaria revisión crítica de este tipo de contextos subterráneos a los que en ocasiones se había prestado poca atención por las dificultades de interpretación que plateaban. Solo había que esperar que alguien con suficiente paciencia, conocimientos y capacidad de síntesis le hincase el diente. Esperemos que haga un último esfuerzo y convierta esta tesis en una publicación que, sin duda, se convertirá en imprescindible.

Lo dicho, doctor Hierro: gracias por completar el camino. Enhorabuena, y a descansar el cuerpo y la mente. Es lo que toca. Aunque ahora creas que te hastía el tema al que tanto tiempo, esfuerzo y pasión has dedicado, en unas semanas o un par de meses a lo sumo te volverá a resultar apasionante.