Un año más, nos unimos desde este blog a la celebración del
Día Internacional de los Museos, como ya hicimos en
2012 y en
2013. Precisamente hace 365 días despedimos la entrada dedicada a esa jornada conmemorativa con el deseo de poder hablar en 2014 sobre el
Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC), que por entonces estaba cerrado y en obras. En ese momento quedaban sólo un par de meses para poder visitar la nueva exposición permanente,
a cuya inauguración asistimos. Hoy ya han pasado por allí más de 20.000 personas.
Seguro que algunos lectores asiduos de estas páginas han visitado ya el
MUPAC en estos meses y conocen ya lo que vamos a mostrar aquí, pero como lo prometido es deuda, toca hacer un
breve repaso (crítico) a los espacios, vitrinas y recursos que se han dedicado en la exposición a la
Tardoantigüedad y a la
Edad Media de Cantabria. En general, la propuesta museológica de este periodo supone una importante
innovación en comparación con el antiguo Museo, sobre todo porque una parte importante de las piezas expuestas son hallazgos más o menos recientes. No obstante, hay algunas herencias del pasado de las que no ha habido forma de librarse.
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Acceso a la sala dedicada la Tardoantigüedad y la Edad Media |
El espacio dedicado a estos periodos es la
última sala del recorrido, a la que se llega transitando por un suelo que imita el empedrado de una «calzada romana», flanqueada por varias estelas funerarias y aras votivas de época romana. Y es precisamente eso lo que encontramos en primer lugar expuesto en esa última sala, en la parte izquierda:
estelas. La famosa estela de Teudesinde, de la que ya
hemos hablado aquí, una de las estelas epigráficas de Espinilla, que también
han tenido hueco en este blog, y varias estelas discoideas. Reconozco que tengo debilidad por una de ellas: la de
Respalacios, porque apareció en una excavación en la que colaboré, pero en cualquier caso, la selección hecha es adecuada.
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Estela de Espinilla con la inscripción «Lupini» |
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Estelas discoideas medievales |
Menos adecuado es el contenido de lo que acompaña a las estelas, un
sarcófago en cuyo interior se ha reconstruido un esqueleto con huesos de diversas procedencia, mezclando restos óseos de hombre y mujer. El
descuido alcanza también a la colocación de los huesos, algunos de ellos en una posición que no le corresponde en la anatomía humana, y como no había hueco para los pies... ¡no están! Por si no fuera poco afortunada la «recreación», se ha colocado junto al cráneo un cuenco de cerámica, reconstruyendo un hallazgo no contrastado del que sólo tenemos noticias verbales. Este singular
«montaje» ya estaba en la anterior exposición permanente del MUPAC y es de suponer que se ha dejado tal cual por pura nostalgia. Sería la única justificación y, siendo así, encontraría acomodo en una sala dedicada a la historia del Museo. Pero no aquí.
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El esqueleto del sarcófago |
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Un detalle de su peculiar anatomía |
Para completar esta unidad temática dedicada a la arqueología funeraria se han incorporado en el último momento, muy acertadamente, las tres
vasijas incensario halladas recientemente en Santa María de la Asunción de Castro Urdiales. Unas piezas únicas en la península Ibérica por su función y su contexto, que merecen, sin duda, el hueco que se les ha hecho en esta sala.
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Vasijas incensario de Santa María de la Asunción (Castro Urdiales) |
En el centro de la sala se ha colocado, en una vitrina a ras de suelo, otro objeto destacado del repertorio altomedieval regional: la
cubierta de sarcófago de Bárcena de Ebro, con su inscripción fechada en el siglo IX. La luz rasante ayuda a leer la inscripción, aunque hay que agacharse para verla mejor.
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Cubierta de sarcófago de Bárcena de Ebro |
El resto de los
elementos expuestos se reparten en tres grandes bloques: uno que recoge
objetos metálicos diversos, desde anillos y monedas, hasta armas y herramientas; otro con
vasijas de cerámica; y otro «misceláneo» en el que se combinan
broches de cinturón de época visigoda, la gran vasija de almacenamiento de Los Hornucos,
elementos arquitectónicos prerrománicos, el laberinto de Arcera, cuyo único vínculo con el periodo es que apareció reutilizado como sillar en una iglesia, pero del que no se sabe mucho más, y un depósito de herramientas plenomedievales hallado recientemente en Santa Marina (Valdeolea).
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Vista general de la sala «medieval» del MUPAC |
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Detalle del depósito de herramientas de Santa Marina |
En las vitrinas dedicadas a los objetos metálicos está «nuestro querido»
anillo de Riocueva, junto al que nos fotografiamos cual
cazadores con su presa el día de la inauguración, y los
anillos con inscripción de Santa María de Hito. Muchos viejos conocidos de este blog, desde luego. Justo al lado se exhibe el espectacular
tesorillo de Ambojo, protagonista de
una de las historias más estrambóticas de la arquelogía regional. En otra vitrina se mezclan
armas y herramientas de diferentes épocas sin mucho criterio, e incluso un gancho de huso de hierro se interpreta como una punta de proyectil de ballesta. Que pase
en un museo de Bilbao se entiende, pero que suceda tan cerca de
quienes interpretaron como tal esa y otras piezas extraña un poco más. Completa el conjunto una vitrina dedicada a la «vida caballeresca», tema ilustrado con los espectaculares
acicates dorados de San Martín de Elines, pertenecientes a tres caballeros de los siglos XII-XIII que se hicieron enterrar con estos indicadores indiscutibles de su condición social, y con una
punta de lanza de caza mayor sobre la que hemos hablado hace algún tiempo.
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Vitrinas «metaleras» con los anillos en primer plano |
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Monedas de plata del tesorillo de Ambojo (Pedreña) |
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Acicates dorados de San Martín de Elines |
La
cerámica se ha colocado conforme a su cronología, separada en tres secciones: una tardoantigua, otra altomedieval y otra bajomedieval. Es una selección de los ejemplares más característicos y mejor conservados de cada periodo en la que no faltan la olla de Portillo del Arenal, la sitra de La Esperanza o las jarras de boca cuadrada del alfar de Santillana. Muchas de las vasijas proceden de
cuevas, aunque el contexto del hallazgo parece un elemento de interés menor para explicar los objetos expuestos. El diseño de la vitrina quizá no es el más adecuado, sobre todo porque hay que agacharse para ver el piso más bajo y medir más de 1,80 m para poder apreciar bien el superior, pero el conjunto sirve para hacerse una idea de las
características generales de la producción cerámica regional durante diez largos siglos.
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Vasijas de cerámica medieval |
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Un detalle de la sitra de la cueva de La Esperanza |
Del otro conjunto, del «misceláneo», lo más relevante sin duda son los
broches de cinturón de época visigoda, de algunos de los cuales ya se ha hablado aquí, como el
broche damasquinado de la cueva de La Garma o la colección de broches de la cueva de Las Penas. Incluso uno de los últimos en incorporarse al «corpus»,
el broche de Hoyos I, ha encontrado hueco en las dos vitrinas dedicadas a estos objetos siempre tan vistosos. La nota más positiva es que, con total naturalidad, se reconoce el carácter funerario de algunas de las cuevas en las que aparecen los broches. Siempre es gratificante saber que nuestros trabajos trascienden la órbita «científica» y descienden a la «terrenal» divulgación.
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Broches de cinturón de la cueva de Las Penas |
Cerrando la sala, y justo en el
quicio de la puerta por la que se abandona la exposición, está una de las más importantes piezas del periodo y, sin duda, de todo el Museo, el
broche de hueso de Santa María de Hito. No se entiende muy bien por qué un objeto de semejante relevancia ha sido colocado en un lugar tan poco adecuado y no en un lugar protagonista, o acompañando a otros objetos contemporáneos o junto a los anillos procedentes del mismo yacimiento. En cualquier sitio menos en el lugar que ocupa. Una cosa es que haya cierto debate sobre su cronología y otra que por no «mojarse» se ponga prácticamente «fuera de límites», como dicen en el golf.
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La vitrina del broche, en el quicio de la puerta |
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Detalle del broche de hueso de Santa María de Hito |
Hace unos días hemos sido invitados a participar en
«La pieza del mes», una iniciativa que pone en marcha el
MUPAC en colaboración con la
Sección de Arqueología del Colegio de Doctores y Licenciados en Ciencias y Letras de Cantabria. Cuando podamos adelantar más sobre este asunto, lo iremos contando aquí. De momento, sabemos ya la pieza que nos ha tocado en suerte: el broche de hueso de Santa María de Hito. Reivindicaremos un lugar más digno para el objeto, a la altura de su calidad artística, de su significado histórico y de su carácter único.
Desde el
Proyecto Mauranus nos alegramos de que el MUPAC esté abierto y de que todo el mundo pueda disfrutar contemplando lo que allí se expone. Es suficiente motivo y excusa para conmemorar el Día Internacional de los Museos. Nosotros somos los primeros que lo
disfrutamos, porque, de forma voluntaria o involuntaria, formamos parte de él, ya que recoge algunas de nuestras ideas y de nuestros hallazgos.
Pues se agradece el ejercicio de valoración de estas salas, y ponerlo por escrito, ya que existen demasiados comentarios realizados de palabra en encuentros y en barras de bar. Personalmente, el museo me parece una actuación muy digna, aunque si me parece que los tiempos medievales están algo escasamente trabajado y con poco desarrollo. ¿La arqueología de Edad Moderna no existe en Cantabria, también?. Se agradecen los comentarios referidos a los estupendos jarritos incensarios, aunque uno siente nostalgia por la no mención a los materiales bélicos metálicos del castillo altomedieval de Subiedes y los broches procedentes de la necrópolis de Santa María de Castro Urdiales. Si uno no se enorgullece de sus hallazgos es un descastado, je, je.
ResponderEliminarVolviendo al tema del museo, tal vez chirría la representación de la calzada romana con capa de rodadura con losas. Aunque vuelvo a repetir que me parece un museo expléndido, acorde con nuestra historia y las posibilidades socio-económicas de Cantabria. Mi principal crítica reside en la dotación del museo, algo que expresamos desde el Colegio de Arqueólogos. Un museo no se basa principalmente en su discurso museográfico y divulgativo; y mucho menos en las condiciones y formas arquitectónicas de su continente. El museo de Cantabria arrastra desde hace muchos, muchos años una situación anoréxica. Falta personal de investigación adscrito al ente (a poder ser fijo y no becario), dotación de conservadores y medios de laboratorio, mejoras en los medios de conservación y depósito que se incumplen en la nave de Guarnizo, proyectos de investigación y trabajo de campo, lugar de encuentro de arqueólogos e interesados en la materia, como así lo fue en tiempos de Guinea y el SSES, medios tecnológicos de análisis y caracterización, proyectos divulgativos que coadyuven a la sociedad, exposiciones temporales, programas de publicidad. En definitiva inversión en personal, en base a la idea de que los investigadores, conservadores, guías hacen el museo (y no al revés). Nos hablan de una futura sede del museo. Una vez más, se encuentra en el debate el discurso museográfico y el continente. ¿y el factor humano? ¿y los medios tecnológicos y científicos con los que contará?.
Como era un recorrido breve, se han quedado algunas cosas en el tintero. Las puntas de proyectil de Subiedes, los broches de Santa Maria de Castro Urdiales... y unas cuantas piezas más. De acuerdo contigo en que el MUPAC debería contar con personal y mas actividad para crecer como institución. Esperemos que en adelante se tenga en cuenta que las infraestructuras no son lo más importante, aunque parece que, de momento, lo primordial sigue siendo el espacio, aunque esté hueco.
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