15 mar 2013

Vestigios de la hospitalidad cántabra


"En cuanto a sus costumbres, son crueles con los malhechores y los enemigos y buenos y humanos con los huéspedes. Todos quieren dar albergue a los forasteros que van a su país y se disputan entre ellos para darles la hospitalidad: aquellos a quienes los forasteros siguen considerando dignos de alabanza y agradables a los dioses." 
Diodoro 5, 34
El hospitium fue una institución extendida por todos los pueblos prerromanos de la Península Ibérica, un acuerdo entre iguales –bien entre individuos, comunidades o individuos y comunidades que no sólo fue recogido por los autores clásicos, sino que dejó como prueba material de su existencia las denominadas téseras de hospitalidad o tesserae hospitalis. Éstas no son más que pequeñas piezas normalmente de bronce, con formas geométricas o zoomorfas, que presentaban al menos una cara plana en la que solía inscribirse el pacto realizado o una referencia directa al mismo o a los firmantes. Dichas piezas nunca se fabricaban de forma individual, sino que contaban con una hermana gemela. Su finalidad era sencilla: cada parte contrayente del acuerdo se quedaba con una las mitades de tal forma que, si llegase el momento de comprobar la veracidad del pacto, ambas téseras podrían confrontarse. Algo muy útil, si tenemos en cuenta que habitualmente se trataba de acuerdos de carácter hereditario. Los motivos para crear vínculos de hospitium solían ser bastante diversos: derechos de paso, concesión de ciudadanía temporal o permanente, aprovechamiento de pastos, etc.

En el antiguo solar de los cántabros se conocen hasta el momento dos de estas téseras. La primera documentada procede de Monte Cildá (Olleros de Pisuerga, Palencia) (Peralta 1993). Se trata de un pequeño bronce de 3,5 cm de longitud, 2 cm de alzada y 0,5 cm de grosor en su punto central cuya forma, en su anverso, representa a dos manos estrechándose. El reverso conserva la inscripción TURIASICA / CAR, interpretada como TURIASICA CAR(UO) y traducida como “hospitalidad Turiasica o de Tusiaso” lo que revela la existencia de algún tipo de relación con esta ciudad celtíbera sita en la actual Tarazona (Zaragoza). Por lo que respecta a su cronología es fechada entre la Guerras Civiles de finales de la República y la época de Augusto, si bien hay que señalar que algunos autores considerán a está tésera como “sospechosa” por su alto contenido en zinc (Beltrán et alii 2009).

Tésera de Monte Cildá
La segunda de las téseras fue hallada en 2009 durante las intervenciones arqueológicas desarrolladas en el castro de Las Rabas (Cervatos, Cantabria) (Fernández Vega y Bolado del Castillo 2011). En esta ocasión se trata de una pequeña pieza de bronce de pátina de color verde oliva, realizada seguramente con la técnica de la cera perdida, que presenta unas dimensiones de 4,9 cm x 3,8 cm x 0,5 cm y un peso de 25,2 g.  En su anverso, se aprecia la representación de un oso desde una perspectiva cenital cuya superficie es decorada por líneas incisas paralelas en el cuello, hocico y en los extremos de las patas, delimitando unas zarpas que aparecen remarcadas por un rebaje semicircular con incisiones a modo de garras. El reverso es completamente liso y plano acogiendo un total de seis agujeros (uno en cada extremo de las patas y tres en el cuerpo) que servirían de hembras de unión para confrontar una pieza hermana como la tésera conservada en la Real Academia de la Historia que, por otro lado, constituye nuestro paralelo más cercano y gracias al cual no existe duda alguna de que nos encontremos ante una tésera de hospitalidad. Cronológicamente es fechada ente los siglos II-I a.C., siguiendo la propuesta para su paralelo inmediato, coincidiendo con el período de mayor auge de este castro.

Tésera de Las Rabas
Son pocas las téseras conocidas hasta ahora entre los Cántabros, no obstante son  suficientes para avanzar la existencia de unas fluidas relaciones con los pueblos de su entorno y con ciudades lejanas de los valles cercanos como el Ebro. Desconocemos el carácter de las mismas aunque estamos seguros de que irán más allá de lo militar para adentrarse en lo puramente sociopolítico o económico. Los fieros guerreros abandonarán sus razzias para comerciar o simplemente para guiar el ganado de un territorio a otro en busca de pastos frescos. 

  • BELTRÁN LLORIS, F.; JORDÁN CÓLERA, C. Y SIMÓN CORNAGO, I. (2009): Revisión y balance del corpvs de téseras celtibéricas. Paleohispanica, 9: 625-668.
  • FERNÁNDEZ VEGA, P.A. y BOLADO DEL CASTILLO, R. (2011): Una nueva tésera de hospitalidad en territorio cántabro: el oso del castro de Las Rabas (Cervatos, Cantabria). Archivo Español de Arqueología 84: 43-50.
  • PERALTA LABRADOR, E. (1993): La tésera cántabra de Monte Cildá (Olleros de Pisuerga, Palencia). Complutum 4: 223-226.

1 comentario:

  1. Inauguramos con esta entrada (rescatada del blog, de efímera vida, que tuvo Rafael Bolado del Castillo hace unos meses) las colaboraciones por parte de otros investigadores(amigos y/o colaboradores del proyecto). Así ampliamos temas y perspectivas y nos quitamos algo de carga de trabajo, jejeje. En el caso de Rafa, no será la única, ya está trabajando en otras (siempre centradas en la Edad del Hierro cántabra, que es "su tema") que sin duda supondrán un antes y un después en algunos asuntos arqueológicos del máximo interés. Hacedme caso, que sé por qué lo digo.

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