1 abr 2012

Se non è vero, è ben trovato

En Diciembre de 2008, el equipo de "Cuarto Milenio", encabezado por su director y presentador Iker Jiménez, visitó la cueva de La Garma; durante el rodaje de un especial sobre las cuevas cántabras con arte paleolítico. La visita a la Galería Inferior hizo que conocieran de primera mano la existencia de los restos de los cinco individuos altomedievales allí depositados y no perdieron la ocasión de aprovecharla para su programa. 


El siguiente enlace permite ver el resultado. Es algo más de un cuarto de hora pero merece la pena. Además, si quieres seguir el resto de la entrada tendrás que verlo sí o sí.


En este punto y antes de desmenuzarla, he de decir dos cosas: que la interpretación del conjunto sepulcral de la Galería Inferior de La Garma que se marca Jiménez me parece una genialidad (la recreación, no tanto, aunque reconozco que está bastante lograda) y que esa misma interpretación es tan genial como falsa de toda falsedad. Obviando detalles menores (como la insistencia en fechar en el siglo IX unos muertos que son anteriores o el aspecto de Montaraces de Arnor que gastan los actores de la recreación), vamos a analizar las líneas maestras de esa interpretación con cierto detalle.

De forma resumida, vendría a ser algo así: cinco jóvenes medievales descienden juntos, por causas desconocidas, a la Galería Inferior del Complejo de La Garma, cargados con haces de leña e iluminados con antorchas. Una vez abajo, acampan alrededor de una hoguera que ellos mismos encienden y, en algún momento indeterminado de su aventura subterránea, son misteriosamente asesinados, uno por uno, por alguien o, mejor dicho, por algo. Algo ignoto y misterioso, por supuesto. Es una especie de trasunto de "Alien. El octavo pasajero", cambiando los pasillos de la Nostromo por una cueva profunda y oscura, al alienígena de mandíbula retráctil por algo que no se ve (y que, por eso mismo, da mucho más miedo) y sin una teniente Ripley que acabe con el monstruo y sobreviva para contarlo (en esta ocasión mueren todos).


Los lectores pensarán que tampoco es para tanto, que es un argumento más que manido y que esa película ya la han visto muchas veces. Es cierto. Pero también lo es que hay que ser un completo genio y, perdóneseme la expresión, el puto amo en lo suyo para hacer lo siguiente sin despeinarse, sin que le tiemble la voz y dándole a todo un barniz de rigor y cientificidad: convertir unos hechos y unos datos reales en los ingredientes de una historia de terror cinematográfico. E Iker Jiménez lo hace con gran maestría.

Empezando por el principio, como debe ser: en la reconstrucción de "Cuarto Milenio" los cinco mozos bajan juntos a la Galería Inferior. Efectivamente, en esa zona del complejo cárstico se encuentran los restos esqueletizados de cinco individuos subadultos, repartidos en dos zonas distintas y en diferentes estados de conservación. Sin embargo, es materialmente imposible que bajasen juntos, porque todos ellos han sido fechados mediante Carbono 14 AMS y las fechas obtenidas nos hablan de 2 momentos diferentes (o de 3, porque una de las fechas plantea algunos problemas) entre los siglos VII y VIII d. de C. O lo que es lo mismo, los cinco no murieron a la vez. Ni siquiera en un corto lapso de tiempo, ya que pasaron décadas entre unas muertes y otras.


A partir de ahí, es evidente que la imagen de esos proto-espeleólogos sentados alrededor de una fogata, tal y como aparecen en el video, nunca pudo darse, a pesar de las palabras del narrador : "... es la hoguera, la misma que en mitad de la penumbra del siglo IX encendieron los cinco jóvenes del medievo". Es cierto que en la cueva hay numerosos restos de carbones, algunos de ellos claramente relacionados con pequeñas hogueras (no con "fuegos de campamento") muy probablemente encendidas, en algunos casos, con fines de iluminación. Muchos de ellos han sido datados y todos remiten a momentos altomedievales, perfectamente coherentes en la mayor parte de los casos con las fechas proporcionadas por los cadáveres.

Es esa hoguera la que da pie al que es, en mi opinión, el momento culminante de la narración, el punto en el que no puedo dejar de maravillarme ante lo que escucho: el preciso instante en el que Jiménez dice que "seguramente su fulgor en mitad de esta noche que nunca termina bajo tierra fuese lo último que pudieron ver". ¿Por qué? Pues sencillamente porque, según él "después algo los mató uno a uno, como un zarpazo, como un rayo... pulverizándolos sin misericordia y sin dejar huella". ¡Casi nada! Pero no acaba ahí la cosa. Minutos después, cuando están viendo los restos in situ, de nuevo la voz del narrador se hace presente, viniéndose arriba y diciendo que "nadie sabe qué o quién los mató de esta forma tan horrible, alcanzándoles en zonas muy distintas, dándoles caza como si fuesen alimañas humanas, víctimas de un predador desconocido". Creo que no hacen falta demasiados comentarios...


Es cierto que nadie sabe (aún) cómo ni de qué murieron los jóvenes cuyos cadáveres fueron depositados en la Galería Inferior. Lo que parece seguro es que ninguno de ellos murió allí, en el interior de la cueva. Fueron introducidos en ella ya cadáveres y abandonados, en una zona profunda e inaccesible, tumbados sobre el suelo de la cavidad. Algunos en decúbito supino, otros en decúbito lateral, distribuidos a lo largo de dos zonas, utilizando en ocasiones el propio relieve de la cueva para acomodarlos. Sonaría raro, en efecto, si no fuera porque, sin salir de Cantabria, tenemos algunos buenos ejemplos de comportamientos funerarios semejantes llevados a cabo, además, en la misma época, en un lapso de tiempo muy concreto y que comprende los siglos VII y VIII d. de C. (una revisión de los casos cántabros y del resto de la Península y una interpretación de los cómos y los porqués puede encontrarse aquí). Quienes hayan seguido el blog saben, además, que actualmente estamos trabajando en uno de ellos, con magníficos resultados.

Es una verdadera lástima, pero no hubo ningún "predador desconocido", ninguna persecución por la cueva ni ninguna muerte violenta. No hubo zarpazos en la penumbra de las antorchas (impagable el guiño final aprovechando la mano en negativo paleolítica con presunta forma de garra), ni gritos en la oscuridad, ni asesinos invisibles que arrastran el cadáver de su víctima fuera del plano. Sin embargo y que nadie le busque la vuelta a esto porque no la tiene, vaya desde aquí mi reconocimiento a Iker Jiménez por su trabajo: la historia no era vera, pero estaba magníficamente bien trovada.


A estas alturas seguro que alguien echa en falta alguna observación acerca del tema de los cráneos aplastados y su tratamiento en el programa. Sólo diré que lo que se comenta es cierto (esos cráneos existen) pero que, como sobre ese sugerente asunto se tratará con detalle en otra entrada próxima de la serie The (Medieval) Walking Dead, de momento no habrá comentarios al respecto.






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