7 oct 2015

¿La vas a publicar?

Ya soy doctor ¡mola! Semana y pico después sigo recibiendo felicitaciones y supongo que algún despistado quede por ahí dispuesto a darme una palmadita en la espalda. Evidentemente, son muchos los que me han preguntado ¿la vas a publicar? Deduzco que se refieren a convertir la tesis en un libro... que es la forma clásica de "publicar". Pues después de darle unas vueltas, no muchas, a la respuesta, la tengo bastante clara. No y sí. Me explico.




Ya me dejó muy claro el tribunal que nadie iba a querer editar un libro de 700 y pico páginas, que habría que recortar. Semejante tarea supone un proceso largo y exige bastante esfuerzo. Al fin y al cabo, se trata de transformar un texto académico en un texto accesible a un público más amplio y eso lleva su tiempo. Conozco casos en los que el proceso ha ocupado años y no me apetece verme así. Además, modificar sustancialmente alguna parte, en concreto el catálogo, desvirtuaría en cierto modo el conjunto. Y sucede, por otra parte, que no soy el «dueño» de una parte significativa de la documentación que se maneja. Hay mucho material inédito cedido por diversos investigadores para la elaboración de la tesis, pero quizá que pase a ser un libro ya no les apetezca tanto. Totalmente comprensible, están en su derecho de publicar el resultado de sus trabajos o de dejarlo en el limbo, bastante paso adelante supone ya que esté recogido en este trabajo académico. Por lo de abreviar el catálogo eliminando las referencias menos relevantes podría pasar, pero lo de eliminar alguno de los grandes yacimientos —pienso en Santa María de Bareyo o San Martín de Elines, por ejemplo— quitaría parte de su interés al asunto.

De modo que por las razones expuestas y algunas otras que no merece la pena detallar, de momento no habrá libro. Prefiero renunciara la adaptación y publicar en revistas especializadas estudios monográficos sobre los asuntos de mayor interés. En profundizar sobre algunos temas sí que me apetece invertir tiempo y esfuerzo.

Eso no quiere decir que la tesis no vaya a estar a disposición de quien la quiera leer ¡faltaría más! Y cómodamente desde su casa, incluso. Gratis y sin moverse del sofá ¿alguna facilidad más se puede poner? Nada de engorrosas microfichas, ni de tener que ir a una biblioteca a sentarse en un rincón. La edición digital de la tesis va a estar disponible en tres repositorios de acceso libre y sin periodo de embargo:
- Teseo base de datos de tesis doctorales del Ministerio Educación, Cultura y Deporte.

- TDR* repositorio cooperativo Tesis Doctorales en Red coordinado por el CSUC.
*Versión recomendada, edición digital no comercial con ISBN.
- UCrea repositorio abierto de la Universidad de Cantabria.
Y si alguno ni siquiera se quiere molestar en salir de aquí, la puede descargar directamente en el enlace que figura a continuación.


 


Por supuesto, también habrá una copia en los portales especializados academia.edu y researchgate.net, faltaría más.

Una cosa está clara: hoy en día, si un trabajo científico no está accesible en internet, no existe. En este contexto y teniendo en cuenta que actualmente la publicación en soporte digital de la tesis es un requisito de obligado cumplimiento ¿tiene sentido invertir tiempo y trabajo en dar forma a un libro que se va a editar en papel, va a tener una difusión más restringida, no va a estar —obviamente— en la red y encima, no lo olvidemos, va a costar dinero? Al editor, que no va a recuperar toda la inversión por mucho que venda, y al lector, que no va a salirle la broma por menos de 30 ó 40 euros en el mejor de los casos. Cuando escriba algo que crea necesario transformar en libro, así lo haré. Para la tesis, de momento, prefiero la edición digital. Al fin y al cabo, también eso es «publicar». Como investigador quiero que mi trabajo tenga la mayor difusión posible, que sea citado, criticado, enmendado, aplaudido u obviado y, sobre todo, que lo sea YA. Apenas han pasado diez días desde la defensa pública y ya está circulando ¿se puede pedir más a una tesis? Vale, sí, que sea «buena». Para eso está también, para juzgarla.

Para cualquier duda, aclaración, comentario... puede ponerse en contacto conmigo enviándome un correo electrónico: egcuenca@gmail.com.

28 sept 2015

¡Doctor!

A las dos y pico de esta tarde, en la Sala de Grados del Edificio Interfacultativo de la Universidad de Cantabria, Enrique ha obtenido el título de Doctor en Historia con la máxima calificación: Sobresaliente cum laude. Y lo ha hecho después de defender su Tesis ("Génesis y evolución del cementerio medieval en Cantabria"), dirigida por Carmen Díez Herrera, frente a un tribunal formado por los arqueólogos Juan Antonio Quirós Castillo (Euskal Herriko Unibertsitatea-Universidad del País Vasco) e Iñaki Martín Viso (Universidad de Salamanca) y el historiador Jesús Ángel Solórzano Telechea (Universidad de Cantabria). 

Defendiendo su tesis

Se puede decir, y así lo han hecho los miembros del tribunal, que estamos ante un día histórico (dentro de la pequeña gran historia de la arqueología cántabra), no sólo por el hito que un trabajo de estas características (muy muy bueno) supone, sino porque es la primera tesis doctoral sobre arqueología medieval que se presenta en la Universidad de Cantabria en todos sus años de existencia. Tal cual. Pero como hoy es un día para estar contentos y celebrar, no toca hablar aquí ahora de esa circunstancia ni de todo lo que lleva aparejado. Tiempo (y entradas) habrá para lamentarnos del panorama desolador en el que están sumidos desde hace décadas estos estudios y trabajos en una tierra que fue, hace ya demasiados años, pionera en tantas cosas.

Recibiendo las felicitaciones del tribunal

Quedémonos pues con la más que merecida alegría de Enrique (y de quienes le rodean) y con la satisfacción de ver reconocido un trabajo que, pese a quien pese (y a alguien le pesará, seguro), se ha convertido desde hoy mismo en un referente ineludible para un montón de temas relacionados con la muerte en la Edad Media. Y, como también se han encargado de dejar claro los miembros del tribunal, no sólo en Cantabria, sino a nivel peninsular e incluso más allá.

Y posando, orgulloso y ya Doctor, con su criatura

Por mi parte y para terminar, sólo diré que estoy muy feliz. Obviamente, por él: porque sé cuánto ha trabajado para llegar hasta aquí y lo mucho que se merecía este desenlace. Y también en genérico, porque he comprobado que, a veces, la constancia, la dedicación y la pasión, aun luchando contra circunstancias adversas, pueden verse recompensadas. Y esta ha sido una de esas veces. Y ya sólo me queda decir: ¡enhorabuena, Doctor!

21 sept 2015

Tesis is coming

El verano arrancó con la noticia del depósito de mi tesis y, como no podía ser de otra manera, termina con la noticia de la lectura. Sólo se me ocurren dos palabras que definen cinco años de apasionante trabajo de investigación: POR FIN. Tengo que reconocer que la recta final se me ha hecho interminable y eso que desde el depósito hasta hoy sólo han transcurrido 88 días.  Todavía queda el último trago, pero ya he conseguido ordenar las ideas para la defensa y confío en que el tribunal sea benevolente en su valoración. Sé que es un día y una hora poco adecuada para comprometer a nadie, por eso disculpo de antemano las ausencias. El que quiera y pueda, ya sabe que tiene una cita el lunes 28 de septiembre a las 12:00 h en la Sala de Grados del Edificio Interfacultativo de la Universidad de Cantabria. Los demás tendrán que conformarse con que se lo cuenten...




Para mi va a ser un día muy especial ya que, al margen de los altibajos de mi trayectoria académica, sabía que algún día llegaría el momento de convertirme en doctor. Pocas cosas me hacen más ilusión, los que me conocen bien lo saben. No descarto que incluso se me escape alguna lagrimilla. Pocas cosas tenía tan claras desde el 20 de mayo de 2015 como que iba a ser doctor y que ésta iba a ser mi tesis. Gracias Pablo por permitir que cambiase de aires. Gracias Carmen por aceptar el reto. Nunca he sido un alumno cómodo, pero siempre seré un discípulo agradecido. Gracias a todos los que de forma consciente o inconsciente formáis parte de las 724 páginas que resumen 150 años de esfuerzo colectivo. Yo sólo soy un engranaje más en el mecanismo de transmisión, un eslabón más en la imaginaria cadena que nos une con la Edad Media a través del estudio de sus manifestaciones funerarias.

Ahora sólo queda un pequeño paso, «un trámite» como me dicen algunos para sentirme orgulloso de mí mismo como pocas veces me habré sentido. Lo dicho ¡os espero en la lectura! Tesis is coming...


18 sept 2015

Riocueva 2014, episodio 13: flotando, toma dos

Sí, sí, estamos en 2015... pero había cuentas pendientes de la última campaña. Aunque intentamos llevar al día todas las tareas relacionadas con el procesado de sedimentos y materiales de la excavación de Riocueva y ya hacía bastantes meses que habíamos liquidado el engorroso trabajo de lavado, teníamos pendiente la flotación. Una de las razones del retraso ha sido que la arqueobotánica del proyecto estaba en Portugal y no se quería perder tan glamouroso y apasionante evento. Ya explicamos en 2013 en qué consiste esta labor que permite recuperar semillas, carbones y otros restos vegetales. Es simple: los restos vegetales, menos densos que el agua, flotan y se recogen en una fina malla, mientras que el resto del sedimento se va al fondo. Una técnica sencilla pero muy efectiva, imprescindible en este yacimiento donde son tan abundantes los macro-restos vegetales.

Como en la anterior ocasión, contamos con las instalaciones del del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria en Omoño (Cantabria), amablemente puestas a nuestra disposición por el equipo que investiga en la cueva de La Garma. La gran novedad este año es el acondicionamiento que se ha realizado en dichas instalaciones con la intención de convertirlas en un centro de recepción de visitantes a La Garma. El proyecto de abrir al público la cueva ha quedado de momento en suspenso y tampoco las obras se han terminado del todo, haciendo buena la expresión «pura fachada». La adecuación y los ornamentos han llegado hasta la puerta, el interior sigue igual que siempre ¡una pena! La zona en la que se realizan las labores de criba con agua y flotación tampoco han sido acondicionadas, de modo que sólo nos beneficiamos de la mejora del acceso, que ahora no es una pista de patinaje infernal con la lluvia o con las suelas mojadas.

El nuevo aspecto de las instalaciones de La Garma, pura fachada
La zona en la que se coloca el bidón de flotación ha quedado al margen de las mejoras
Esta vez la cantidad de bolsas que teníamos que pasar por el bidón era razonable, no llegaba a una docena, y las manos que removían el sedimento estaban ágiles y frescas. No nos pudo acompañar Helena Paredes, pero contamos con la colaboración de Marta Torre, que ya nos había echado una mano en la campaña de excavación de 2014. En un par de horas o así estaba lista la cosa y como somos muy, muy generosos, le echamos una mano a Inés con un "compromiso": unas cuantas bolsas de la cueva del Aspio. También flotamos por error un par de muestras de La Garma, pero así somos... nos pones un bidón y nos volvemos incapaces de negarnos a nada nótese el tono irónico, incluso sacrificando el tiempo que habíamos reservado para refrescar nuestras gargantas con una merecida cerveza. Mucho bidón y poco barril, más bien nada de barril.

Los flotadores en plena faena
El Sondeo 7 de Riocueva conserva una enorme cantidad de restos vegetales carbonizados
Tal y como habíamos comprobado sobre el terreno, la cantidad de semillas que aparece en el Sondeo 7 es enorme, tanto del omnipresente «pamijo» como de otras cosillas que van apareciendo. Ahora que Inés está finiquitando su tesis doctoral, seguro que encuentra tiempo para echar un vistazo con calma. Pronto habrá novedades carpológicas, seguro.


13 sept 2015

La "estela" del dintel de la ermita de Santimamiñe (1): la "conexióncántabra"

Muy cerca de la mundialmente famosa cueva de Santimamiñe (Kortezubi, Bizkaia) se levanta una pequeña ermita con advocación a San Mamés. El templo, que es el que ha dado el nombre a la cueva (ya que "Santimamiñe" es como le llaman los paisanos, euscaldunes) es un edificio levantado en los siglos XV-XVI sin demasiado interés artístico o arquitectónico, más allá de algunos restos que conserva embutidos en el dintel de entrada y justo debajo de éste, en el suelo, y sobre los que volveré enseguida.

Imagen de la ermita de San Mamés, "Santimamiñe", en Kortezubi (tomada de aquí)

En el año 2007 comenzó una intervención arqueológica en la ermita y su entorno inmediato (Sánchez Rincón et alii, 2008) destinada a conocer tanto la evolución de la iglesia a lo largo del tiempo como a confirmar algunas referencias antiguas sobre la presencia de tumbas. Los resultados se cumplieron con creces, ya que se documentó la planta original de la iglesia (unos cuantos siglos anterior a la reforma de la Edad Moderna) y se comprobó la existencia de la necrópolis. Además, hubo sorpresa en forma de materiales tardoantiguos que confirmaban que aquélla tuvo una fase de época visigoda (siglo VI), concretamente un hacha de combate de hierro y un cuenco de bronce (ambos con buenos paralelos en Aldaieta, que es el referente obligado para este tipo de yacimientos).

Y aquí lo dejo, de momento.

Planta de la iglesia primitiva en un plano de la excavación del año 2007 (Sánchez Rincón et alii, 2008). Hacha de combate (sacada de aquí) y cuenco de bronce (tomado de acá)

Como avanzaba más arriba, en la fábrica actual de la ermita se localizan (ambos en el vano de acceso) dos fragmentos de piedra  con decoración que han sido interpretados, de forma mayoritaria, como restos de estelas funerarias (vid Arregi, G, 1994, por ejemplo). El situado en el suelo y que hace las veces de peldaño de acceso al interior, está decorado a base de segmentos de círculos que se entrecruzan y una cenefa de "dientes de lobo" tallados.

Fragmento de "estela" haciendo de peldaño en la entrada a la ermita (Foto sacada de aquí)

Mientras que el del dintel presenta una decoración más compleja, también con una orla perimetral a base de "dientes de lobo" y tres motivos circulares, todo ello tallado. El motivo central, de mayor tamaño y del que se conservan unos dos tercios, es un disco radiado con botón central y múltiples radios curvos. El de arriba a la derecha muestra un motivo similar, aunque más simple: un hexásquel también con radios curvos. Y, finalmente, en el tercero, muy incompleto, se aprecia la presencia de una gran cruz patada.

Fragmento de "estela" haciendo las veces de dintel en la puerta de acceso a la ermita (Foto sacada de aquí)

En su trabajo de 2002 sobre la configuración de la sociedad feudal en Vizcaya, I. García Camino menciona la existencia de lo que denomina "estelas funerarias" o "lápidas" en la ermita de Santimamiñe y expone los problemas de datación que presentan, debido a lo que considera variopintos orígenes de sus motivos decorativos (discos de radios curvos y dientes de lobo en estelas del siglo I, rosáceas en epígrafes de época romana y "semicírculos concéntricos" presentes en la iconografía franca de los siglos VI y VII) y a su posible larga perduración.

Volvamos en este punto a la necrópolis. 

El hallazgo del hacha y el cuenco, materiales fácilmente relacionables con la "facies Aldaieta" y el consiguiente influjo norpirenaico, no sólo confirmó la existencia de una fase tardoantigua de la necrópolis con las mismas características que otras de su entorno más o menos cercano (Finaga en la misma provincia, la propia Aldaieta, San Pelayo o San Martín de Dulantzi en Álava, entre otras), sino que también sirvió para volver a poner el foco sobre los fragmentos de "estelas". Siguiendo el camino marcado en Finaga/Arrigorriga (donde se relacionó la presencia de grandes estelas tabulares reutilizadas en los muros de las ermitas con los enterramientos con armas y objetos de influencia o procedencia franco-aquitana de la necrópolis), éstos fueron confirmados precisamente como eso, como fragmentos de estelas y, yendo un paso más allá, se les atribuyó una filiación norpirenaica. Como ejemplo más reciente, en el catálogo de la exposición "Vasconia, tierra intermedia" (Azkarate y García Camino, 2013) se puede leer lo siguiente acerca de este conjunto de estelas:

"Asociadas a algunas necrópolis vizcaínas (Finaga, Santimamiñe o Argiñeta) se conocen algunas estelas funerarias que ya fueron estudiadas por nosotros (Azkarate, García Camino, 1996). Se
caracterizan, en general, por ser bloques de morfología prismática o discoidal, de proporciones esbeltas y ejecución esmerada. Están decoradas con motivos, como dientes de sierra o espigas,
frecuentísimos y conocidos desde antiguo, junto a otros, como la cruz procesional, propios del repertorio iconográfico altomedieval. Pero el conjunto de los temas y, sobre todo, su articulación los aproxima más al contexto continental que al peninsular. En este sentido una de las semejanzas más significativas con los modelos norpirenaicos lo  constituyen los segmentos de círculo adosados a los rebordes incisos de las estelas, que tienen paralelos en varias cubiertas de sarcófago procedentes de las necrópolis tardoantiguas de Villers-Agron-Aiguisy (Aisne) o Chellers (Oise) o en los broches de cinturón aquitano del siglo VII que antes hemos visto. Pero tampoco podemos obviar la semejanza entre las peanas triangulares, las cadenas de ángulos o las orlas dentadas de las estelas vizcaínas con las de otras necrópolis continentales. No hay nada similar —ni de lejos— en el norte peninsular para estos siglos."

Por tanto, ya no parecía haber dudas al respecto: eran estelas, de tradición o influencia norpirenaica y, por tanto, relacionadas con los enterramientos del siglo VI que presentan ese mismo influjo cultural. Tengo que reconocer que todo parecía encajar a la perfección (iglesia y necrópolis, estelas y tumbas con ajuares) pero un hecho fortuito (protagonizado por la otra mitad del blog y que él contará aquí algún día si le apetece) hizo que volviese a mirar las imágenes  publicadas de Santimamiñe y todo empezó a chirriar. Primero, porque como se aprecia en la siguiente foto, el parecido con las demás estelas del grupo en el que se las ha incluido es nulo (puede consultarse un exhaustivo estudio sobre las estelas funerarias altomedievales del País Vasco, escrito por esos dos mismo autores, aquí).

Ejemplos de estelas consideradas como de tradición norpirenaica (imágenes tomadas de aquí)

Y segundo, porque al ver de nuevo la imagen del fragmento del dintel volví a tener esa (ya familiar) sensación de "esto yo ya lo he visto antes en otra parte". ¿En dónde? Pues en la iglesia de Santa María de Lebeña, en la comarca de Liébana, Cantabria.

Mapa con la localización de Santimamiñe y Lebeña

Esa iglesia, que es una auténtica joya del arte prerrománico (en su versión hasta hace poco calificada como "mozárabe", término que lleva ya varios años en discusión y que a mí no me gusta nada), parece que fue levantada en las primeras décadas del siglo X, según cuenta una tradición que tiene su origen en la propia Edad Media y se encuentra recogida en documentos del siglo XIII. La fecha de la décima centuria, aunque no es ni mucho menos segura, se corresponde bien con sus características arquitectónicas y con los elementos decorativos presentes en ella (modillones, capiteles, etc.), por lo que suele aceptarse sin más y no seré yo quien la ponga en duda hoy aquí.

Iglesia de Santa María de Lebeña

En su interior, bajo el retablo y formando parte de su base, se conserva una curiosa placa de piedra decorada. Es una pieza muy conocida en Cantabria, donde, a nivel popular, también ha sido (y es) considerada como una estela; e incluso se la ha relacionado con los ejemplares discoideos gigantes de los valles del Pas y del Besaya, cuando resulta evidente que no tiene nada que ver con ellos. Y es precisamente esta placa la que me dio el pie (y, si mi interpretación es correcta, también la clave) para esta historia. Para juzgar acerca de su parecido con el fragmento de presunta estela del dintel de la ermita de Santimamiñe, nada mejor que verla:

Placa decorada de la iglesia de Santa María de Lebeña (Foto cogida de aquí)

Existe un trabajo monográfico sobre esta pieza en el nº 1 de la revista Clavis, firmado por E. Campuzano (1996), del que tomo prestadas ahora algunas partes de su descripción (y que volveré a utilizar en la próxima entrada):

"Adosado al basamento de piedra del retablo mayor de la iglesia parroquial de Santa María de Lebeña (Liébana, Cantabria) hallamos un gran bloque de piedra arenisca, de forma prismática, de 173 cms. de largo en la parte superior, 162,5 de largo en la parte inferior y 103 cms. de altura, con un fondo de 20 cms.

Su parte frontal es contorneada por un listel o moldura plana de 2 cms. de resalte (salvo en la parte superior que ha sido eliminada) con respecto al campo, en el que se encuentran grabados y pintados algunos motivos decorativos de tipo geométrico que han dado ocasión a diversas interpretaciones sobre el significado y función de esta pieza.

(...)

El frontal alberga siete círculos grabados, rehundidos o pintados en la piedra (cuatro mayores en los ángulos, de 30 cms. de diámetro y dos menores, intermedios, de unos 19 cms. de diámetro) que se distribuyen simétricamente en toda la superficie a partir de un gran motivo central"

Dejaré la descripción (e interpretación) de cada círculo (y de la composición general) de la placa de Lebeña para la segunda parte de la serie y me centraré ahora únicamente en el parecido con el fragmento del dintel de Santimamiñe. Es cierto que, aunque el motivo central es idéntico, el ejemplar de Lebeña es más elaborado y cuenta con tres círculos más pequeños a cada lado en lugar de dos; y decorados de forma distinta a los de Santimamiñe. Pero también lo es que ambos se parecen demasiado como para no tener algún tipo de relación: un gran círculo radiado central y varios círculos menores a los lados, decorados con diversos motivos geométricos y/o de significado cristiano. Incluso una de las diferencias más marcadas, la aparente ausencia de los "dientes de lobo" en el ejemplar lebaniego, no es tal, gracias a la orla pintada conservada en su parte inferior (hay que fijarse, pero los "dientes de lobo" están). A partir de estas similitudes podemos proponer una reconstrucción de la placa (la llamaremos "placa" a partir de ahora) de Santimamiñe. Y esa reconstrucción, salida de las manos de E. Gutiérrez Cuenca ("Maur" o "Anus", como prefiera. Mmm, no sé por qué me temo que va a preferir ser el primero...) es ésta:


Sobre el carácter, la función, el contexto y la cronología de las placas de Lebeña y Santimamiñe trataré en la segunda y última entrada de esta serie. Creo haber podido demostrar (o, al menos, proponer de forma fundamentada) en ésta que ambas son la misma cosa. ¿Qué cosa? Si no queréis seguir el rastro de miguitas de pan que he ido dejando por el texto e investigarlo por vuestra cuenta, tendréis que esperar unos días. Ahora sólo avanzaré lo que creo que no son: estelas. Ni de filiación norpirenaica ni de ninguna otra. Y, en el caso vizcaíno, sin relación directa con los enterramientos "aldaietenses" de la necrópolis.

Para terminar, por ahora, volvamos a Vizcaya, aunque no a Kortezubi, sino a Iurrieta. Allí, en la iglesia de San Miguel se conserva lo que I. García Camino (2002) considera una estela tabular reutilizada y que presenta una decoración a base de motivos que, siempre según este autor, "pueden rastrearse sin dificultad en contextos norpirenaicos" (pese a lo cual, lo cierto es que se muestra más que prudente a la hora de fechar e interpretar la pieza y opta por no mojarse). Esa decoración tiene algunas cosas en común con la placa de Santimamiñe, como puede observarse en la fotografía:

Imagen de la "estela" de Iurreta (Fuente, García Camino, 2002)

Hay una orla dentada y dos grandes círculos, uno con una gran cruz patada y otro con múltiples radios curvos (más otro motivo cuadrangular). Pero su disposición es diferente (aquí los motivos parecen estar alineados) y también lo es el soporte, mucho más grueso y que se interpreta como una estela pero que bien podría ser un sillar. En cualquier caso, se trata de una pieza que habrá que tener en cuenta y que bien merecería un estudio más detallado.

Y aquí lo dejo. En breve, más.

7 sept 2015

Asueto estival, vol. 4: El Bovalar

Como ya es habitual en nuestras idas y venidas entre la costa cantábrica y el Mediterráneo, hemos hecho —Helena y yo, por supuesto— una parada para conocer un yacimiento arqueológico que teníamos ganas de visitar desde hace tiempo: el conjunto de época visigoda de El Bovalar (Seròs, Lérida). No teníamos muy claro si iba a ser posible, porque no aparece en ninguna guía como lugar visitable, ni tampoco sabíamos con seguridad cómo se llegaba. Para evitar el paseo en balde, consultamos a la profesora Gisela Ripoll, quien nos informó de que, aunque vallado, el lugar era accesible y nos proporcionó unas indicaciones que facilitaron en gran medida la localización del yacimiento.

Helena buscando información del yacimiento sobre el terreno ¡alabado sea el 3G!
Con la cabeza puesta en lo que recordaba de las publicaciones, esperaba encontrar —y fotografiar, faltaría más— una buena cantidad de sarcófagos y tumbas de lajas a la vista, pero en los trabajos de acondicionamiento de la iglesia más recientes han quedado ocultas bajo una espesa capa de gravilla hasta las sepulturas que se habían «salvado» en la intervención de acondicionamiento y conservación realizada en 2006. Basta con echar un ojo a un plano de la excavación y contrastarlo con lo que hoy queda a la vista para darse cuenta de que la función funeraria del interior de la basílica ha quedado camuflada en exceso, a pesar de los esfuerzos por insinuar su presencia. Al menos con esta última intervención se ha recuperado un lugar que a la altura de 2013 había adquirido un aspecto selvático ¡a ver cuánto dura! Eso sí, sigue sin señalización y sin ningún elemento informativo o interpretativo que facilite la visita.

Planta de la basílica de El Bovalar con ubicación de las sepulturas (de Palol, 1989)
Dos de los pocos sarcófagos visibles actualmente en El Bovalar
La basílica de El Bovalar en 2013 (Foto: Didàctica del Patrimoni Cultural)
La basílica desde el mismo punto de vista en 2015
El yacimiento consta de dos partes claramente diferenciadas por su funcionalidad, pero que aparentemente forman un conjunto indisoluble: la «basílica» y el «poblado».

Planta general del conjunto de El Bovalar (modificado de Palol, 1989)
La basílica es una iglesia cristiana de planta basilical —como su propio nombre indica— con tres naves rectangulares separadas por sendas filas de columnas, de las que sólo se conservan las basas. La cabecera tiene un sanctuarium de planta rectangular con dos estancias adosadas a los lados usadas como espacios funerarios. Está elevada sobre el resto de la planta y contaba con canceles de separación. La nave y el entorno exterior también fueron lugares utilizados para colocar sepulturas, muchas de ellas en sarcófagos con cubierta a doble vertiente. En los pies del edificio se ubicaba el baptisterio, una piscina de planta cuadrada sobre la que se disponía un baldaquino monumental que actualmente se conserva en el Museu de Lleida. La construcción del templo se sitúa en torno a finales del siglo V o comienzos del siglo VI, según las estimaciones de Pere de Palol.

Vista general de la basílica desde la zona del baptisterio
Detalle del acceso al sanctuarium, donde se ubicaba el altar
Basa de una de las columnas de la nave central de la basílica
Por lo que respecta al poblado, se ha denominado así a una serie de construcciones contiguas a la basílica que se extienden sobre todo hacia el sur de la misma que servían como viviendas, almacenes y espacios de transformación de productos agroalimentarios. Una de las estructuras más reseñables del conjunto es una gran prensa de vino de uso comunitario. Aparecieron además grandes vasijas de almacenamiento enterradas en el suelo, silos subterráneos y grandes estructuras para soportar toneles de vino. Algunas de esas construcciones se disponen sobre antiguos espacios funerarios, como pone de manifiesto la superposición de muros sobre sepulturas. La fecha propuesta para las viviendas y demás construcciones funcionales es algo posterior que la atribuida a la basílica, en torno a los siglos VII-VIII.

Vista parcial de la zona de poblado de El Bovalar
Prensa para el vino
Bodega con estructura para colocar toneles
Grandes vasijas de almacenaje enterradas en el suelo de las viviendas
Muro del poblado superpuesto a una cubierta de sarcófago
El abandono del conjunto se produjo como consecuencia de un incendio que, a juzgar por las monedas más recientes que se han recuperado —acuñaciones del esquivo rey visigodo Agila II—, debió de producirse a principios del siglo VIII, quizá en relación con la invasión árabo-bereber que alcanzó esa zona hacia el año 713. Ese fin traumático supone una auténtica bendición para los arqueólogos, ya que los moradores de El Bovalar abandonaron el cerro «con lo puesto», dejando tras de sí un gran número de objetos en excelente estado de conservación: mobiliario litúrgico, monedas, abundante cerámica, herramientas de lo más diverso y hasta los aros de los toneles en los que se guardaba el vino. Además, el lugar nunca se reocupó, por lo que permaneció sin más alteraciones que las provocadas por las labores agrícolas hasta su descubrimiento en 1943.

Para la próxima, habrá que pasarse por el Museu de Lleida y echar un vistazo al baptisterio y a los objetos suntuarios del El Bovalar que tienen expuestos. Los objetos «menos nobles» están en el Museu de la Noguera (Balaguer), que también habrá que incluir en la lista de futuras visitas.

Espectacular incensario de bronce de El Bovalar, actualmente en el Museo de Lleida
Gracias a ese abrupto final con el fuego como protagonista, encontramos en El Bovalar un elemento que lo conecta con «nuestras queridas cuevas»: el mijo. En un breve artículo de P. de Palol publicado en 1986 que es, seguramente, la referencia bibliográfica más conocida sobre El Bovalar, se dice que con este tipo de grano de han fabricado «unas tortas circulares huecas por el interior y almacenadas en estantes de madera en el muro». ¿Será casualidad que este cereal aparezca asociado a episodios de tiempos convulsos, como fue la primera mitad del siglo VIII o formaba parte de la dieta habitual durante toda la Antigüedad Tardía? Mijos y panizos son cereales de ciclo corto muchos menos «exigentes» que el trigo o la cebada y podían cumplir a la perfección la función de «cosechas de emergencia» en periodos de inestabilidad o malas condiciones climatológicas. En el Fons Dr. Pere de Palol del Institut Català d’Arqueologia Clàssica hay una memoria del estudio paleocarpológico elaborado por Carme Cubero Corpas, habrá que echar un vistazo.

En la actualidad existe cierto debate en torno a la interpretación de las estructuras localizadas en el yacimiento. Aunque tanto su descubridor y primer responsable de las excavaciones Rodrigo Pita como el continuador de la labor Pere de Palol lo interpretaron en principio como un monasterio, el propio Palol fue, más adelante, marcando las diferencias entre el edificio religioso y las dependencias anexas, insistiendo en su carácter de poblado laico. En los últimos años se ha recuperado esa hipótesis inicial en trabajos de José María Gurt y, sobre todo, en la propuesta más reciente de Jordina Sales, quien considera que el conjunto de El Bovalar es un monasterio dedicado a la producción de pergamino.

Uno de los elementos sobre los que pivota buena parte de la hipótesis de Jordina Sales son unos objetos que le resultarán familiares a los lectores del blog: los descarnadores o «peladores», de los que se han encontrado una veintena en El Bovalar y utilizados —según esta investigadora— para retirar el pelo y la grasa de las pieles de las reses empleadas para producir pergamino. Pero como es la «otra mitad» del Proyecto Mauranus quien más vueltas ha dado a estos chismes, le emplazo a que dé su opinión sobre la función propuesta para El Bovalar, ya que el tema del pergamino deja algunos cabos sueltos. Insisto, que sea él... que yo sólo pasaba por allí...


27 ago 2015

Agger

Un año después de haber comunicado a la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria la localización de varias estructuras de probable origen campamental romano (y de haberlas presentado en Gijón y Santander a lo largo de esos 12 meses), Enrique, Rafa y yo hemos decidido formalizar esta relación ocasional (que nació cuando los tres participamos con dos artículos en el libro Cántabros. Origen de un pueblo, editado por ADIC) dedicada a la arqueología de las Guerras Cántabras. Para ello, como no podía ser de otra manera, nos hemos dado un nombre y un logo. Y así ha surgido Agger, un nuevo proyecto que uno de nosotros (ni Rafa ni yo y no doy más pistas) ha definido perfectamente como "estudios intermitentes sobre las Guerras Cántabras y la Cantabria romana".




Agger nace con la intención de continuar con la búsqueda de nuevas evidencias de la conquista romana de Cantabria (y de lo que vino después) y el firme propósito de seguir trabajando sobre lo descubierto hasta ahora, especialmente en los nuevos escenarios que comienzan a mostrarse (¡y de qué manera!) ante nuestros ojos. Para ello seguiremos tirando de vistas satélite, de fotos aéreas y (¡por fin!) de imágenes LIDAR. Y quizá también, si nuestro escaso tiempo libre y las autoridades competentes lo permiten, realicemos algo de trabajo de campo: prospecciones, documentación y, por qué no, alguna excavación.

Cuentos de la lechera arqueológicos al margen, lo cierto es que el primer acto público en el que va a aparecer este nuevo logo está al caer. Será el día 1 de Septiembre (de 2015, obviamente), el martes que viene, cuando a las 20:30 dé la conferencia titulada "Nuevos campamentos romanos en Cantabria", en el marco de la Semana Cultural de la fiesta de las Guerras Cántabras, en Los Corrales de Buelna. El título no deja nada a la imaginación, así que tampoco me extenderé mucho en explicar de qué voy a hablar. Sólo diré aquí que será una buena oportunidad para ver algunas de esas imágenes LIDAR con las que Rafa lleva trabajando ya algunos días y que nos están dando una información muy valiosa sobre esos (cada vez más posibles) nuevos campamentos romanos de campaña. Y que habrá alguna (pequeña) novedad.


Imagen LIDAR de una puerta en clavicula, antes sólo intuida en las ortofotos


La Semana Cultural de las Guerras Cántabras es mucho más que esta charla y por ella también van a pasar otros investigadores (como Susana de Luis Mariño, "Ketxu" Torres Martínez, Antxoka Martínez Velasco o Pedro Ángel Fernández Vega) con muchas cosas interesantes que contar. Para no perderse ninguna actividad lo mejor es echarle un ojo a la programación (o a la imagen, en caso de ser muy vago).



Y para terminar esta presentación, una aclaración y una noticia. La primera, que Agger no viene a sustituir al Proyecto Mauranus. Es una especie de spin off, sin más. Y aunque nos gusta mucho el tema, nuestro principal objetivo de estudio sigue siendo la arqueología de la Tardoantigüedad y la Alta Edad Media en Cantabria (aunque no sólo). Y la segunda, que, si no con un pan bajo el brazo, sí que nace con un socio de lujo. En realidad ha estado ahí prácticamente desde el principio, aunque ahora, que llega la hora de ponerse serios y de meterle mano de verdad a todo este asunto, da un paso al frente (con un bagaje insuperable para este tipo de viajes, por cierto). Y nosotros más que encantados. 

En breve, más noticias.

21 ago 2015

Explorando nuevas posibilidades en La Garma

Hace ya algún tiempo que el profesor Pablo Arias Cabal, codirector junto a Roberto Ontañón Peredo del proyecto de investigación del conjunto arqueológico de La Garma (Omoño, Cantabria), nos había propuesto ir a echar un vistazo a la cueva de La Garma B. Sospechaba que algunas restos localizados en la zona más profunda de la gruta podían corresponder con visitas de época tardoantigua o altomedieval y quería que le diésemos nuestra modesta opinión sobre el terreno. Con la campaña de actuaciones arqueológicas en La Garma recién comenzada, hace un par de semanas encontramos el momento para girar visita a la cueva y echar un vistazo con calma a suelos y paredes, en busca de indicios interesantes que justifiquen plantearse un trabajo de campo más serio.

La boca de la cueva de La Garma B
Conviene señalar que esta cueva no es precisamente una desconocida para quien esto escribe. Fue la protagonista de mi trabajo de investigación de doctorado titulado Los comportamientos funerarios durante la Prehistoria Reciente en la región Cantábrica. El depósito sepulcral de la cueva de La Garma B (Omoño, Cantabria), defendido en 2010, y tuve ocasión de excavar allí en 1995 y 2000. Tanto el trabajo como mi participación en las excavaciones se centraron en los primero 15 m de desarrollo de la cueva. Ahora, sin embargo, es la zona más profunda la que reclama nuestra atención.

Es una cueva cortita y facilona, cosa que se agradece, nada que ver con su «vecina» La Garma A, donde el acceso a las áreas más interesantes obliga a realizar ejercicios de contorsionismo y a descender con cuidado por un par de tramos de resbaladizas escaleras. La sala principal, la que estaba ocupada por un depósito sepulcral de la Prehistoria Reciente, es llana y se puede transitar de pie, mientras que para llegar a la sala interior objeto de nuestra visita sólo hay que salvar un pequeño desnivel a través de un paso entre columnas estalagmíticas.

Progresando hacia la salita interior de La Garma B
En la sala interior de La Garma B hay cuatro elementos que han llamado nuestra atención y que podrían estar relacionados con una frecuentación durante la Antigüedad Tardía o la Alta Edad Media: varias marcas negras en las paredes, de las conocidas como «arte esquemático-abstracto»; abundantes restos de carbón por el suelo; algunos restos óseos; y abundantes estalactitas y estalagmitas fracturadas de forma intencional.

Las marcas negras ya llamaron la atención de los investigadores sobre este tipo de manifestaciones tiempo atrás y, aunque no son ni espacialmente espectaculares, ni demasiado abundantes, pueden ser un indicador de visitas a la cueva en época histórica. La mayor parte de las dataciones de Carbono 14 realizadas a partir de muestras de marcas negras hechas con carbón en las cuevas de Cantabria ofrecen una cronología en torno a los inicios de la Edad Media. También las hay de otros momentos, incluso alguna prehistórica o de época romana, pero es frecuente la asociación con «visitantes medievales».

 Una de las «marcas negras» en una estalactita de La Garma B
Por lo que respecta a los carbones, son el tipo de evidencia más abundante en la salita interior de La Garma B. Aparecen pequeños fragmentos repartidos por toda la superficie e incluso sobre algunas columnas estalagmíticas truncadas. En algunas zonas la concentración es significativa, lo que nos hace pensar que puedan ser restos de hogueras realizadas en el interior de la cueva, aunque por el momento no podemos precisar en qué momento. Especialmente llamativas son una acumulación en la que los carbones están mezclados con cáscaras de caracoles terrestres, en la zona del fondo, y diversos fragmentos «atrapados» por el desarrollo de las concreciones calizas sobre algunos espeleotemas.

Posibles restos de hogueras en el interior de La Garma B
Carbones y conchas de caracoles terrestres en La Garma B
Detalle de los fragmentos de carbón «atrapados» en una estalagmita
Los restos óseos son bastante escasos, pero su presencia es muy significativa. Hemos identificado dos o tres piezas dentales de algún pequeño herbívoro, algunas cubiertas por concreción calcítica y un fragmento de hueso largo que, pese a las dudas iniciales, parece ser que podría ser humano. La presencia de un hueso humano en esa zona puede tener dos explicaciones: o procede del depósito sepulcral de la Prehistoria Reciente, o no tiene nada que ver con el yacimiento prehistórico y está indicando el uso funerario de la cueva en un momento posterior, quizá a inicios de la Edad Media, como los restos de La Garma A.

Hueso posiblemente humano en la salita interior de La Garma B
La rotura de estalactitas y estalagmitas es otro de los indicios que hacen pensar en visitas a la zona interior de la cueva no demasiado lejanas en el tiempo. Hay numerosos ejemplos que evocan la actividad documentada en La Garma A, donde se ha podido comprobar, mediante técnicas de análisis geoquímicos, que los visitantes altomedievales se entretuvieron en romper unos cuantos espeleotemas. En algunos casos de La Garma B hemos observado que el crecimiento que se ha ido produciendo tras la rotura no aparenta más de 1500 años.

Columna rota de forma intencional con una nueva estalagmita creciendo sobre ella
Reunidas todas estas evidencias en un espacio relativamente pequeño, hay bastantes posibilidades de que esa zona de la cueva haya sido frecuentada en algún momento entre época romana y el final de la Edad Media. Después de esta primera inspección visual y de que José Ángel, Pablo, Roberto y yo cambiásemos impresiones sobre el terreno, es el momento de que «hablen» las analíticas. Se tomarán unas muestras de carbones y de restos óseos para datarlos por Carbono 14 y si los resultados confirman nuestras sospechas cronológicas, volveremos a la cueva para hacer un pequeño sondeo.

Planificando sobre el terreno nuestros próximos pasos
De momento somos cautos y no nos atrevemos a incluir La Garma B en nuestra lista de cuevas usadas con fines funerarios en época visigoda. Que haya sido visitada en esa época, lo que parece bastante probable, no la convierte automáticamente en un «cementerio subterráneo», hace falta alguna cosilla más. Esperamos expectantes los resultados de las dataciones para saber si tenemos que añadir «una muesca más a la culata». Quién sabe si dentro de poco estamos allí excavando...

18 ago 2015

Ecos de la Ciudad Eterna, 2: los instrumentos textiles de la Crypta Balbi

Había otra cita que esperaba con expectación en mi visita a Roma además de la del Museo Nazionale dell'Alto Medioevo y era la de la Crypta Balbi. No sólo porque me había topado con su nombre varias veces buscando referencias cuando estaba haciendo el estudio de la copa de vidrio que encontramos en Riocueva en 2011, sino porque allí se exponían algunos objetos de interés sobre los que tenía noticias confusas.

Un surtido de vidrio altomedieval de la Crypta Balbi
Me refiero a diversos instrumentos relacionados con la actividad textil con los que están ya familiarizados los lectores del blog, como los punzones de tejedor o los ganchos de huso. Y las «noticias confusas» eran una serie de fotografías que nuestros amigos de El Clan del Cuervo habían compartido en Facebook cuando el Museo Nazionale dell'Alto Medioevo estuvo a punto de cerrar. En una de ellas, etiquetada como parte de la colección de ese museo, aparecían unos punzones de tejedor muy interesantes. Revisé minuciosamente vitrina por vitrina el Nazionale, sin éxito, y me quedé un poco chafado hasta que se me encendió la bombilla ¿y si en realidad estaban en el otro gran espacio expositivo romano dedicado a la Alta Edad Media? Efectivamente, así era.

Punzones de tejedor y aguja fotografiados por El Clan del Cuervo (fuente: Facebook)
La Crypta Balbi es una de las sedes del Museo Nazionale Romano, dedicada de forma monográfica a este singular yacimiento, un complejo monumental construido en el siglo I a. de C. sobre el que se asentó a partir del siglo V d. de C. una iglesia y viviendas. Los hallazgos más numerosos e interesantes corresponden a la etapa bizantina, entre los siglos V y VIII d. de C. y como tiene una museografía mucho más moderna y una ubicación más céntrica que el Museo Nazionale dell'Alto Medioevo, se ha ido convirtiendo en los últimos años en la gran referencia expositiva sobre el periodo altomedieval en Roma. De modo que no le faltaba algo de razón a El Clan del Cuervo cuando lo identificó como museo de la Alta Edad Media...

Vista general de la exposición permanente de la Crypta Balbi
Aunque la cantidad de objetos expuestos en las vitrinas de la Crypta Balbi es apabullante, no tardamos en encontrar los punzones de tejedor de la foto de El Clan del Cuerpo. Compartían ubicación con objetos de lo más variado: desde un juego de pesas y un repertorio de llaves, hasta varias lucernas y otros objetos de hueso. Y no sólo eso. Había otro expositor enorme en el que se amontonaban una gran diversidad de herramientas y utensilios entre los que destacaban un gran número de ganchos de huso de bronce y de agujas del mismo material, además de unas cuantas fusayolas de hueso. Eso por lo que respecta a las actividades textiles, que no son las únicas representadas. Cuchillos, encendedores de eslabón, herramientas de carpintería e incluso piezas de una balanza completan el repertorio.

La vitrina de los punzones de hueso
Vitrina dedicada a las actividades artesanales
Colección de ganchos de huso de la Crypta Balbi
Resulta interesante comprobar que se repite la asociación en el tiempo y en el espacio de punzones de tejedor de hueso y ganchos de huso que ya hace algún tiempo identificamos en Cantabria, aunque de momento no hayamos podido encontrar los dos tipos de objetos en un mismo yacimiento. En la Crypta Balbi sí lo tienen ¡afortunados ellos! Que en este lugar haya ganchos de huso es lo lógico, ya que es un enclave de influencia bizantina y es en el Mediterráneo Oriental donde son más frecuentes estos objetos. Más extraño es encontrar punzones de hueso, mucho más propios de territorios septentrionales del ámbito merovingio o sajón. La similitud en las soluciones técnicas empleadas en el hilado y el tejido en diferentes puntos de Europa y de la cuenca mediterránea durante la Alta Edad Media permite suponer que la tecnología textil de esta época es heredera de la de periodos anteriores. Son herramientas eficaces que seguramente perviven durante siglos. Sin embargo, también es interesante constatar cómo estos objetos están mucho más presentes en el repertorio material de esta época que en momentos anteriores o posteriores.