Ha sido una visita breve, pero intensa. El acceso hasta la boca ha sido tan complejo como acostumbra, o quizá más en una época del año en la que la vegetación espinosa está en su pleno esplendor. A mí, particularmente, las zarzas, hiedras y escajos me han dejado una huella importante. Una vez allí, el acostumbrado ritual de descenso con escala hasta la Galería de los Derrubios y "a pulso" hasta la Galería de los Caballos para contemplar el particular fenómeno, poco frecuente en contextos hipogeos: esqueletos completos de herbívoros en conexión anatómica. Es más frecuente encontrar osos u otros carnívoros que utilizan las cuevas como refugio, pero los herbívoros, salvo en el caso de trampas naturales, no suelen aparecer así.
La sorpresa ha sido mayúscula para nosotros tras la inspección del primer esqueleto, al que llamamos con anterioridad Caballo nº 1. Este animal, que descansa plácidamente sobre su costado derecho e incluso ha sido portada de un libro, no es un caballo. La identificación del arqueozoólogo ha sido rápida y ha estado exenta de dudas, sólo con ver el primer hueso se ha mostrado convencido: Cervus elaphus. Por el tamaño y la ausencia de cornamenta debemos suponer que es una cierva. Ya en su momento, cuando recogimos algunos huesos de las extremidades delanteras durante la toma de muestras realizada en 2010 dentro del Proyecto Mauranus (financiada por el Gobierno de Cantabria), los identificamos con ayuda de un atlas anatómico como correspondientes a un ciervo, pero ni se nos había pasado por la cabeza que el resto del esqueleto fuese de un cérvido.
El arqueozoólogo examinando el cérvido anteriormente conocido como Caballo nº 1 |
Una lección magistral sobre la anatomía del Caballo nº 2 |
Seguimos pensando que la mano del hombre ha tenido algo que ver en la entrada de los animales en esta zona profunda de la cueva. En el paso por el que se desciende se ha roto una gruesa estalactita de forma intencional para facilitar el tránsito ¿quizá para permitir el descenso de los animales depositados en el piso inferior? El arqueólogo E. Muñoz insiste en que tiene que haber una relación entre esa estalactita rota y los esqueletos. Aunque es una operación no exenta de complejidad, por ahora parece más verosímil la opción de que alguien llevó hasta allí los animales y los colocó de forma intencional sobre el suelo de la cueva.
Pues sería relativamente sencillo "demostrar" si hubo mano humana o no: se data el momento de la rotura de la estalactita y santas pascuas. Para cuando Alfredo pida su permiso de intervención-restauración in situ...
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