Y la respuesta a nuestras preguntas llegó de forma inesperada. Un documento colgado en Academia.edu por F. J. López Fraile (una composición realizada a partir de los motivos presentes en una pizarra de época visigoda) nos dio la clave para avanzar en la resolución de este enigma y nos puso tras la pista de la pizarra figurada de San Vicente de Río Almar (Salamanca). Y ahí, en esa pieza conservada en el Museo de Salamanca, lo vimos: uno de esos "descarnadores", representado en un grafito de época visigoda realizado, como es habitual en la zona centro-occidental de la Península, sobre una laja de pizarra.
Imagen de la pizarra de San Vicente de Río Almar (web del Museo de Salamanca)
Como puede observarse en la fotografía, el dibujo de la pieza aparece en el centro de la imagen, ciñendo la cintura del personaje principal de la composición. Que sepamos, se trata del mejor (¿y único?) ejemplo conocido hasta la fecha de representación gráfica "de época" de una pieza arqueológica hispanovisigoda. Y, también que sepamos y aunque los "descarnadores" son conocidos desde antiguo y la pizarra fue publicada hace ya unos cuantos años, nadie había establecido esa relación hasta hoy, que lo hacemos nosotros (si nos estamos echando una flor inmerecida, que alguien nos lo haga saber, por favor).
En la entrada anterior ya hablamos de los "descarnadores", de dónde aparecieron y cómo se interpretaron, así que ahora contaremos, muy brevemente, la historia de la pizarra. Localizada de forma casual por un vecino de San Vicente de Río Almar mientras araba, fue identificada de forma también casual por un arqueólogo y entregada al Museo de Salamanca, donde se guarda desde entonces. En ella se representa una escena en la que aparece un personaje principal, de sexo femenino, montado de lado ("a la mujeriega") sobre un caballo; junto a otro masculino. Entre los dos aparece lo que parece una serpiente. Lamentablemente, la pizarra está rota y parte de la composición se ha perdido para siempre. La escena ha sido interpretada como la visión apocalíptica de la mujer montada sobre la bestia escarlata, representada de una forma algo distinta a la popularizada siglos más tarde en los Beatos (tanto la historia del hallazgo como la interpretación del dibujo pueden leerse con detalle en la publicación de Santonja y Moreno enlazada más arriba).
Dibujo de la pizarra de San Vicente de Río Almar (según Santonja y Moreno, 1991-92)
Dejando a un lado si la interpretación de la pieza es correcta o no (que podría serlo perfectamente, en nuestra opinión), nos centraremos en la figura de la mujer y, sobre todo, en su indumentaria: cofia que le cubre la cabeza, túnica talar con ribetes a los lados y un más que peculiar "ceñidor" en su cintura.
Detalle del "ceñidor"
Ese cinturón es la pieza más destacada de la escena y se corresponde, sin ningún genero de dudas, con uno de los conocidos hasta este momento como "descarnadores" (a partir de ahora habrá que buscarles otro nombre), con su parte cóncava muy marcada y sus dos extremos característicos, redondeado el uno y cuadrangular con las esquinas redondeadas el otro. Los publicadores de la pieza interpretaron, erróneamente, que se trataba de un tipo de cinturón fabricado en algún material flexible (sin duda porque no conocían la existencia de las piezas de hierro de las que estamos tratando), que se adaptaría al cuerpo y se ataría a la espalda mediante correas, representadas por los 5 "flecos" presentes en cada unos de los extremos. A esa confusión debió contribuir también la forma en la que está dibujado, ya que da la impresión de que se está representando algún tipo de fibra textil. Es posible que, en realidad, esa impresión sea correcta y que lo que estamos viendo representado sea una funda o recubrimiento del "alma" metálica del "ceñidor". Conviene recordar en este punto que el ejemplar de Palous presentaba restos de piel y madera, materiales de los que podría ir recubierto (si es que la segunda no correspondía al ataúd o parihuela en el que se transportó el cadáver).
Comparación del ceñidor representado en la pizarra con otros procedentes de excavaciones arqueológicas
Gracias a este documento epigráfico excepcional ahora sabemos que este tipo de piezas no están relacionadas con el trabajo de las pieles, sino que deben ser puestas en relación con la vestimenta. De esta forma se entiende mucho mejor su presencia tanto en contextos sepulcrales como de hábitat, sin necesidad de buscar ningún tipo de significado simbólico para el caso de los primeros: si aparecen en tumbas es porque son evidencias de la práctica de la "inhumación vestida", como todos los demás elementos relacionados con el adorno personal y el atuendo (broches, conteras, fíbulas, anillos, etc.).
Tratar de establecer su función exacta y su forma de uso será sin duda una tarea complicada (a la que le dedicaremos, andando el tiempo, un trabajo algo más serio en alguna publicación científica). De momento sabemos que su uso es compatible con el de los broches de cinturón, como demuestran los ejemplos de Palous y Las Huertas, aunque también se usaban en solitario (como se evidencia en Madrona, Carpio de Tajo o Los Colmenares, por ejemplo). Eso quizá se deba a que cada cosa sirviera para ceñir prendas distintas: pantalones o similares los broches y túnicas y semejantes, como vemos en esta pizarra, los "ceñidores" (usaremos esta palabra, no demasiado apropiada, de momento y a la espera de otra mejor). También sabemos que, como ocurre con los broches, su uso no está asociado a un sexo determinado: en la pizarra lo porta una mujer, pero en algunas tumbas aparece asociado a restos de varón.
Una primera mirada a las fuentes escritas de la época nos ha llevado al famoso pasaje de las etimologías isidorianas "DE CINGULIS" y a diferentes tipos de cinto, con nombres tan sonoros como Caltulum, Redimiculum, Subcinctorium o Bracile, entre otros. Casualmente, este último aparece mencionado en otra pizarra visigoda de la provincia de Salamanca, en una lista de objetos en la que se incluyen una "tonica" (túnica) y un "bracile cum cultello" (cinturón con cuchillo). No quiere decir que nuestro "ceñidor" se corresponda con un bracile, pero la posibilidad de que exista esa asociación no deja de ser sugerente.
Y, por ahora, lo dejaremos aquí. En estas dos entradas hemos pasado de "descarnadores" a "ceñidores", que no es poca cosa. Y hemos avanzado (creemos que de forma significativa) en el camino de la correcta interpretación de un tipo de objeto arqueológico que ha ido pasando por la literatura científica con mucha más pena que gloria. Esperamos poder terminar de "hacerle justicia" en breve.
Enhorabuena. Ha sido un placer seguir el proceso de 'descubrimiento' del significado de la pieza.
ResponderEliminarEl problema es que, ahora que sabemos que no es un hierro de descarnar y que se llevaba "puesto" a la cintura, tenemos aún más preguntas sin respuesta que antes: ¿cómo se llevaba? ¿quiénes se lo ponían? ¿por qué? ¿es para vivos o para muertos? ¿o para enfermos? ¿o para miembros de algún grupo concreto? La forma "estandarizada" que tienen todas esas piezas, con esos dos apéndices tan peculiares y siempre iguales (y diferentes entre sí), ¿responde a necesidades "utilitarias" o tiene alguna carga simbólica? Y así hasta casi el infinito y más allá.
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