26 dic 2013

Vive deprisa, muere joven... y dejarán tu bonito cadáver en una cueva (2)

Es muy probable que, si Ignacio Barandiarán hubiera conocido los textos que pongo a continuación, la reflexión con la que concluía su trabajo sobre Cueva Foradada (y con la que yo cerré la primera entrada de esta serie) hubiese tenido otro final:

p. 282: “y las mismas viruelas hicieron un grandísimo estrago de niños, y gente moza en el Perú el año 1567 en que murieron más hembras, que varones, y ninguno murió, que pasase de treinta años, ni aquejaron a nadie, que hubiese nacido en Europa”
p. 334: [sobre Quito] “El año 1587 estremeció toda esta tierra con un grandísimo temblor; y luego el año siguiente la peste de viruelas corrió con grandísima mortandad de Cartagena hasta Chile, por espacio de mil y doscientas leguas, haciendo un miserable estrago de niños, y de mancebos hasta de edad de treinta años, (ya de esta edad se hirieron pocos) y mató más mujeres, que hombres, y no tocó a hombre nacido en Europa”


Indígenas americanos enfermos de viruela, en una ilustración de la época (imagen sacada de aquí)


Estos dos párrafos, extraídos de la Descripción de todas las Provincias, Reynos, Estados y Ciudades principales del Mundo, sacada de las Relaciones Toscanas de Juan Botero Benes, describen una situación que podría aplicarse perfectamente a las cuevas sepulcrales que hemos visto en la entrada anterior, con una mortalidad restringida casi completamente a la franja de edad situada entre los 0 y los 30 años. En el caso de los textos la responsable fue la viruela, no en su primera llegada a la zona (que no sería mucho después de la conquista castellana, en los años 30 del siglo XVI), sino en una segunda oleada. Y la "edad tope" de los fallecidos se explicaría fácilmente por esa misma circunstancia: porque serían los nacidos en el lapso de tiempo transcurrido entre ambas "visitas" del virus (los españoles, que la habían sobrevivido en su infancia, pues en Europa era una enfermedad endémica desde hacía siglos, tampoco se vieron afectados. Por si alguien no lo sospecha a estas alturas, una de las características de la viruela es que, quien la pasa y sobrevive, queda inmunizado de por vida). Por todo ello, cuando redacté mi trabajo de final de máster en 2008, me pareció (gracias a uno de estos párrafos) que la viruela (en forma de segunda o tercera oleada de una epidemia) podía ser una buena candidata para estar detrás de esos "enterramientos" en cueva tan peculiares. La huella arqueológica (en forma de sepulturas, muy probablemente múltiples) que pudo dejar en Sudamérica en la segunda mitad del siglo XVI no debió diferir mucho de la que se observa, por ejemplo, en Las Penas o en Cueva Foradada, por citar dos de los casos más significativos.

Otra imagen de nativos americanos muertos por una epidemia (sacada de aquí)

Hay que mencionar, llegados a este punto, que la idea de una epidemia como responsable de los depósitos de cadáveres en cuevas en época visigoda ya rondaba por nuestras cabezas desde tiempo atrás (por la mía al menos desde la excavación de Las Penas, en la que tuve la inmensa suerte de colaborar), pero teníamos el mismo problema que Barandiarán: no encontrábamos la forma de explicar que no hubiese individuos maduros y seniles y que todos los muertos estuviesen por debajo de los 30-35 años. Ya en sendos trabajos del año 2006, Silvia Carnicero por un lado y Mariano Luis Serna, Ángeles Valle y yo mismo por otro (la ficha del broche damasquinado de Las Penas, en el catálogo de la exposición Apocalipsis. El ciclo histórico de Beato de Liébana), lo barajamos como posibilidad, aunque sin ir más allá. Al igual que ocurrió un año después, en otro artículo que publicamos los dos responsables de este blog. Sin embargo, textos como los que hemos visto más arriba ofrecieron poco después una buena solución al problema y abrieron la puerta al planteamiento de una hipótesis de trabajo (en mi opinión) sólidamente fundamentada; que ya era bastante más de lo que teníamos hasta entonces.

Imagen de una de las últimas personas infectadas de viruela, en los años 70 del siglo XX, en Bangladesh (sacada de aquí)

Ahora, la epidemia ya era una explicación perfectamente válida. La viruela era una buena opción, por los motivos antes señalados, aunque no había menciones a ella en época visigoda y eso le restaba algunos puntos. ¿Podía abrirse el abanico y buscar más candidatos? ¿Había alguna enfermedad epidémica de la que hablasen las fuentes de la Tardoantigüedad y la Alta Edad Media y que hubiese tenido una especial incidencia en época visigoda? Y, si la hubo, ¿podría llegar a matar de forma tan selectiva, en términos de edad, como sabemos que en ocasiones mataba la viruela?

Para salir de dudas y conocer las respuestas a estas preguntas tendréis que esperar (no mucho) a la tercera y última entrada de esta serie. Lo sé, sólo iban a ser dos, pero me ha pasado como a Peter Jackson con El Hobbit y no he podido evitar estirar el asunto hasta convertirlo en una trilogía.

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