Esta mañana Helena y yo nos hemos acercado hasta la cueva para cribar unas 20 bolsas de sedimento que aún quedaban allí y, de esa forma, terminar (de una vez por todas) con el trabajo de campo de la campaña de 2013. La ausencia de Enrique, explicable por motivos laborales, explica a su vez por qué la calidad de las fotos de esta entrada es tan mala: porque las he hecho yo con mi móvil (y sólo se ven bien en él, cosas de la manzana mordida) y no él con su cámara.
Helena cribando, a media mañana (cuando he caído en la cuenta de que había que hacer alguna foto)
Más de Helena con la criba, ahora ya hacia el final de la jornada
El tiempo ha acompañado (la mañana era luminosa y no demasiado fresca), así que todo ha sido mucho más fácil. Y en cuanto a los resultados de la criba, sólo merece la pena mencionar el hallazgo de un par de huesos humanos infantiles (de manos o pies: yo no soy el experto en esos temas), algún fragmento ínfimo de cerámica y lo que parece un pequeño (más bien minúsculo) aplique de cobre o bronce, partido en dos trozos.
La última tierra de 2013, a punto de pasar los filtros y despedirse de nosotros para siempre
Y yo dudando hasta el último momento si coger el polar que Enrique se dejó olvidado y del que, por alguna extraña razón, se avergüenza
Es un poco frustrante (y cabreante) pegarte más de tres horas meneando los cedazos para obtener tan magra recompensa, pero, por otro lado, me llena de orgullo y satisfacción (como al rey) comprobar que la excavación se ha realizado con unos altos estándares de calidad. Que, como ya dije hace semanas, excavamos muy bien y con mucho cuidado; y apenas se nos pasa nada por alto (eso o cribamos muy mal, que es la otra posibilidad).
Una última foto antes de irnos, para cerrar la campaña
Y así quedó la cueva, cerrada a cal y canto y esperando el regreso del Sr. Tasugo
Al final, cerca de las dos de la tarde, hemos recogido los bártulos, cerrado la verja y abandonado el lugar. Es posible que ya nunca volvamos a excavar en Riocueva (o sí, quién sabe), así que la cosa ha tenido su puntito emotivo, aunque muy "a la cántabra"; es decir, para adentro y sin que se note. Por una parte tenía muchas ganas de terminar con esta fase de los trabajos, porque estos dos meses y pico han sido realmente agotadores. Pero, por otra, la posibilidad de no volver más a este yacimiento que tantas alegrías nos ha dado desde 2010 (y las que le quedan por darnos) me ha puesto un poco triste. En cualquier caso, es un asunto zanjado y ahora toca centrarse en el trabajo de gabinete y de laboratorio. Hay un informe que redactar, un montón de materiales que procesar, varias analíticas que realizar y alguna que otra sorpresa que encontrar.
Adiós, Riocueva, adiós
Podría terminar con un "y esto es todo, amigos", pero mentiría. Esto no es todo. Queda aún mucho por hacer y seguiremos informando puntualmente de todo ello. Stay tuned.
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