A veces las cosas no son lo que parecen. O mejor: a veces las interpretaciones que hacemos de las cosas no son correctas. Nos pasa a todos. Y también les ocurre a los más grandes. Y es precisamente lo que le sucedió a Pere de Palol Salellas cuando publicó el contexto sepulcral de época visigoda de la cueva de Los Goros (Álava), en 1957.
Sobre la cueva diremos, de forma muy resumida, que se trata de una gran cavidad con un enorme desarrollo, en cuyo piso inferior el Grupo Espeleológico "Manuel Iradier" de Vitoria localizó, en los años 50 del siglo XX, un yacimiento arqueológico altomedieval. Éste estaba formado por los restos de varios individuos (tres varones y una mujer) y un conjunto de materiales metálicos: un broche de cinturón damasquinado, un hacha de combate y lo que se publicó como un cuchillo y una podadera curva. De los dos primeros no hablaremos en esta entrada, porque ya han sido estudiados con detalle por otros autores (el último, A. Azkarate Garai-Olaun).
Conviene recordar, porque no suele hacerse, que la zona de los hallazgos (en rojo) es interior y de muy difícil acceso, y que únicamente puede llegarse hasta ella salvando una serie de desniveles entre los que destaca una sima vertical de unos 20 metros de profundidad; como puede apreciarse en el plano adjunto.
En una reciente visita al museo BIBAT de Vitoria (aprovechamos para agradecer a todo el personal del centro y especialmente a Jaione Agirre su amabilidad) tuvimos acceso a las piezas de las que estamos tratando y pudimos comprobar que las sospechas que llevábamos tiempo albergando (sólo hace falta ver la lámina del artículo de Palol para barruntar que ni el "cuchillo" ni la "podadera" son tales cosas) se confirmaban. El supuesto cuchillo es, en realidad, un gancho fracturado (con un magnífico paralelo soriano publicado recientemente por E. Dohijo), mientras que la "podadera" se corresponde con un útil que fue identificado en la necrópolis catalana de Palous e interpretado como un "hierro de descarnar", un instrumento relacionado con el curtido de las pieles. Como una imagen vale más que mil palabras, ahí van dos, comparando las piezas con otras similares.
Sobre la cueva de Los Goros y sobre los que a partir de ahora llamaremos "descarnadores" volveremos en otras entradas. Sobre la primera, porque resulta fundamental a la hora de estudiar las cuevas con uso sepulcral en época visigoda de Cantabria (las coincidencias son demasiadas como para que no exista ninguna relación). Acerca de los segundos, porque esa nueva identificación plantea numerosos interrogantes de toda índole, máxime cuando hemos rastreado su presencia en un importante número de yacimientos de época visigoda, significativamente en necrópolis y otros contextos funerarios.
Más de un año después caigo en la cuenta de que no di la referencia de la topografía de la cueva que usé en la entrada. La autoría es del Grupo Espeleológico Alavés y está publicada aquí:
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