El viernes pasado, 1 de febrero de 2019, tuvo lugar en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC) un acto de homenaje a nuestro querido amigo (y colaborador ocasional del blog, donde redactó la que es, sin ningún género de duda, la mejor entrada de su historia) Alberto Gómez Castanedo, fallecido en julio de 2015. Durante el transcurso del mismo se presentó el libro Septem! Homenaje a Alberto Gómez Castanedo, un volumen de 304 páginas, con 21 artículos firmados por más de una treintena de investigadores en distintos campos (prehistoria, arqueología, historia, paleontología, antropología...) coordinado por los dos responsables de este blog y Rafael Bolado del Castillo (vamos, por los miembros de AGGER, aunque eso sea sólo una casualidad en este caso) y editado por la Federación de Asociaciones para la Defensa del Patrimonio Cultural y Natural de Cantabria (ACANTO). Un libro que, por cierto, se abre con un trabajo póstumo del propio Alberto, escrito en colaboración con José Yravedra, Jesús Emilio González Urquijo y Manuel Domínguez Rodrigo, titulado "Creatividad, innovación y la primera tecnología humana", y que se puede descargar completo en PDF tanto en la web de Acanto (enlazada más arriba) como en nuestros perfiles de Academia.edu y ResearchGate (aquí o aquí, tanto da).
Fue un homenaje sencillo, conducido por Enrique y en el que, ante el buen puñado de amigos y colegas que se dio cita en el museo, intervinimos algunos de los presentes para recordar la figura (en todos los sentidos) de nuestro compañero y comentar algunas cosas acerca del libro y del propio acto. Resultaron especialmente emotivas las palabras de José Yravedra (contando, entre otras muchas cosas, cómo el equipo que dirige Manuel Domínguez Rodrigo en Tanzania ha bautizado con el nombre de Alberto, AGS o "Alberto Gómez Site", un nuevo yacimiento en la garganta de Olduvai que sin duda va a dar mucho que hablar sobre el origen de la especie humana) y de Raul García Vigil "Ruli", su amigo inseparable y sin duda la persona que más y mejor le conoció en la última etapa de su vida. Virgilio Fernández Acebo habló en nombre de ACANTO, sustituyendo a su presidente, Mariano Luis "Alís" Serna (viejo amigo de Alberto, por cierto), que no pudo asistir por enfermedad, y leyendo unas palabras escritas por éste para la ocasión. Y a mí, básicamente, me tocó dar las gracias (a los presentes, a los autores, a los editores, al MUPAC y, en suma, a todos aquellos que de alguna u otra manera han tenido algo que ver con el homenaje) en nombre de la tríada organizadora de todo el asunto (Rafa se escaqueó cucamente de hablar, por cierto).
Han pasado más de dos años y medio desde que decidimos que Berto se merecía algo así y que no íbamos a esperar a que nadie diera el paso, sino que lo íbamos a hacer nosotros mismos. No voy a decir que ha sido un camino de rosas, porque mentiría, pero creo sinceramente que el resultado final ha merecido mucho la pena (y que compensa algún que otro mal rato pasado). Yo ya dije el otro día que aposté desde el primer momento por el formato electrónico pero no pude convencer a mis dos compañeros de viaje y sus dos votos pesaron más que el mío (¡maldita democracia!). Y también (y lo repito ahora) que me la tengo que envainar porque el libro es una pasada. Es un libro precioso, tanto por dentro (eso lo hubiera sido en cualquier caso) como también por fuera, con un diseño espectacular y que sorprende y llama la atención (para bien) de todo el que lo ve (mérito de Enrique, por cierto, que es quien ha llevado el peso de prácticamente toda esa fase del trabajo y de alguna otra también). Y que encima encierra un guiño muy personal en el título y un mensaje simbólico realmente bonito en la imagen de portada, como tuvimos ocasión de contar en el MUPAC. En ese resultado final tangible también ha sido fundamental el empeño personal de Alís y, por extensión, de la directiva de ACANTO, algo en lo que hay que insistir siempre que haya ocasión.
Alberto fue una persona muy especial. Todos los que le conocimos lo sabemos y precisamente por eso, por haber sido tan especial, no creo que ninguno le olvidemos nunca. Ahora, gracias a este libro y, sobre todo, a ese yacimiento tanzano que lleva su nombre, nadie, ni siquiera quienes no tuvieron la suerte de tratar con él, lo hará. Berto ya es, a su manera, inmortal. Como persona y como investigador, que no es poca cosa. Podría contar mil anécdotas y otras tantas historias con él de protagonista, como cuando casi se pega delante de mi puerta con mi vecino Victoriano (espero que hayan hecho las paces en el más allá) o como cuando engañó durante semanas prácticamente a todos sus contactos del Facebook haciéndoles creer que estaba de ruta por los USA (ah, su queridísima e infinita "Frontera"...) y no había salido de Pedreña en realidad; por mencionar sólo dos de las que recuerdo con más cariño (la primera también, sí, que tuvo mucha gracia). Pero no lo haré. Tiempo habrá de ello, que tenemos en nuestro poder un material audiovisual muy bueno y es justo y necesario (en verdad lo es, como en misa) hacer algo ídem con él. Hoy me limitaré a terminar con una única palabra que él mejor que nadie entenderá y con una imagen mítica de cuando fuimos reyes, con todo el Grupo Arqueológico ATTICA de inicios del milenio al completo:
Septem!
Hasta siempre, amigo.
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