El pasado domingo 22 de noviembre de 2015 hemos visitado de nuevo
Riocueva, aunque esta vez lo hacíamos con un propósito distinto del habitual. La misión: revisar sus paredes en busca de evidencias de
arte rupestre. Aunque por la cueva han pasado seguramente cientos de personas en los últimos 50 años y entre ellos algunos pares de ojos mucho más acostumbrados a ese tipo de manifestaciones que los nuestros, había dos motivos para dedicar aunque sólo fuese un rato a un último repaso. El primero, que nuestro colaborador Alfredo Prada había localizado en 2013 un
disco rojo en las inmediaciones del Sondeo 4. Se lo hemos ido enseñando a todos los que saben algo de arte rupestre que han pasado después por la cueva y la opinión común es que tiene «buena pinta», de manera que había que tenerlo en cuenta. El segundo es que nuestro topógrafo Pablo Pérez había estado ocupando sus ratos de asueto aplicando filtros a las fotografías tomadas para realizar el levantamiento topográfico de la cueva y había localizado alguna que otra mancha «sospechosa». Dos buenas razones para volver a la cueva, sin duda...
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Mancha de pigmento más conocida como «disco rojo» fotografiada en 2013 |
Le dimos forma a un
micro-proyecto que —esta vez sí— me tocó dirigir a mi, por aquello de cumplir con la normativa vigente, ya que el
Proyecto Mauranus «de toda la vida» seguía en marcha en 2015. Aunque la excavación
ha finalizado en 2014, continuamos con los estudios y análisis de materiales. Este año le ha tocado el turno a los carbones, ya habrá tiempo de contar cosas sobre los interesantísimos resultados. Como tampoco había mucho que rascar en esto del arte rupestre, le dedicamos
un único día al
trabajo de campo.
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Verificando sobre el terreno la ubicación del «disco rojo» |
Durante el otoño inusualmente cálido que hemos disfrutado en Cantabria, tuvimos la fortuna de elegir el único día del mes que llovió como en plena temporada de monzón asiático. No voy a profundizar en la hipótesis más verosímil, pero de todos es sabido que
hay gente que atrae a los rayos. Está por comprobar que haya gente que atraiga a la lluvia... y aquí lo dejo. La visita fue una especie de «cita doble», nuestro topógrafo no pudo venir por la mala climatología —lo que en el entorno de Riocueva era lluvia, donde el estaba era una respetable nevada— y el equipo quedó reducido a
los codirectores y sus respectivas. Helena a estas alturas podría estar empadronada en la cueva pero Amaya no había tenido oportunidad todavía ni siquiera de acercarse a la boca. Quizá se estaba reservando para la gloria del arte rupestre, un tema de más categoría que los contextos sepulcrales de época visigoda ¡dónde va a parar!
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El equipo rastrea las paredes de Riocueva a la caza de más arte |
Lo cierto es que íbamos más o menos «a tiro hecho», de revisar las paredes palmo a palmo ya se había encargado Pablo mediante las fotografías y la restitución 3D. Es lo que tiene la tecnología ¡la cantidad de cosas que puede hacer uno
desde el sofá de casa! Sólo teníamos que
revisar media docena de rincones en los que el todopoderoso y cuasi-milagroso
filtro DStretch había detectado «cosas». Nos dejamos las pestañas un buen rato sin demasiado éxito. En algunos casos se trataba de cambios en la coloración natural de la roca y en otros las manifestaciones gráficas tenían un aspecto bastante poco prehistórico. La única «anomalía» que tiene auténtico aspecto de arte rupestre es el disco rojo de Alfredo. Sobre el resto preferimos mantener máxima prudencia. Un balance pobre... pero es nuestro balance.
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El filtro DStrecht en acción sobre las paredes de Riocueva |
No somos especialistas en la materia, de modo que si a alguien le interesa el asunto y quiere continuar con la exploración de las paredes de la cueva en busca de nuevas evidencias gráficas, adelante. Le cedemos el testigo. Nosotros nos conformamos con
poner nuestro «puntito» en este asunto, sin mayores aspiraciones.
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